sábado, 18 de agosto de 2018

Ilimitado


Hace un tiempo tuve un sueño. Agregarle el calificativo de extraño carece de sentido, quien me conoce sabe que, de por sí, mis sueños suelen serlo. Pero este sueño en particular, parecía querer indicar algo que estaba pronto a suceder y que, sin embargo, no aconteció de la forma en que debería de haberlo hecho.
            La acción transcurría en el interior de una catacumba, aunque parecía más una gran mina de carbón abandonada, o también podría haber sido una formación natural, una caverna o cosa similar, que alguien había descubierto de casualidad y utilizaba para otros fines. Parecía iluminada por antorchas, aunque eran antorchas que iluminaban más allá de lo que el fuego en ellas podría hacerlo.
Dos personas caminaban por una pasarela de piedra adosada a la pared; el que guiaba vestía una suerte de túnica ceremonial, como las que les ponen en las películas cuando no saben cómo se vestían los sacerdotes en otra época previa al monoteísmo y creen que todos se vestían iguales. Diría que se dirigían hacia una ceremonia de las vestales, pero ambos éramos hombres. El primero guía, el segundo, lo seguía avanzando en silencio, solamente el susurrar de las sandalias sobre la roca podía escucharse (ni siquiera el crepitar del fuego de las antorchas, nada).
            El segundo era yo, claro. Pero, al mismo tiempo, veía la escena desde un punto de vista externo; como si las cosas sucedieran a alguien más y no a mi yo del mundo de los sueños.
            Terminada la pasarela llegaron a un sector de la caverna en donde una gran pared de roca había sido decorada con pintura de varios colores formando un patrón geométrico. Intenté esta descripción varias veces, pero lo único que logré fue confusión; por eso, patrones geométricos es lo que más se ajusta a lo que creo haber visto en ese momento con esos colores entrecruzándose y formando extrañas figuras.
            Esa zona de la caverna parecía más iluminada y, al mismo tiempo, más oscura; resultaba imposible adivinar dónde se encontraba el techo de aquel sitio y las voces, aun susurradas, generaban ecos.
            Llegados a ese lugar, el guía comenzó a explicar/me lo que debía hacer a continuación.
            —Este es el lugar. Este es el momento. A partir de aquí ya no habrá limitaciones de ningún tipo.
            El acompañante, yo, asintió, asentí, asentimos.
            —Debes dejar de lado las dudas, las limitaciones, los límites, las ataduras, las anclas… —continuó la numeración con varios sinónimos más antes de detenerse—, solo entonces podrás acceder a lo que cada uno de nosotros busca.
            Abrí la boca para responder lo que creía que buscaba para mí mismo, aclarando que dudaba de que el resto de las personas buscaran exactamente lo mismo; nada pude decir.
—No es necesario hablar, solo actuar. Copia mis movimientos. Pero solamente si estás seguro, de otro modo no serviría de nada.
El guía se colocó de perfil hacia la pared coloreada, se inclinó hacia adelante, manteniendo la espalda recta, y comenzó a balancear la cabeza hacia adelante y hacia atrás una vez, dos veces. En la tercera oportunidad, golpeó contra la pared.
Una explosión de luz inundó momentáneamente el lugar; luces de los mismos colores que adornaban la pared de roca junto a mí me cegaron. Cuando me fue posible volver a ver, luego de que el encandilamiento remitiera, noté que el guía ya no estaba, me encontraba solo en aquel lugar sin recordar el camino por el que había llegado.
Recordé las últimas palabras del guía, recordé sus movimientos, recordé lo que se suponía que había ido a hacer a aquel lugar y tan sólo quería regresar donde fuera que me encontraba antes de estar allí. Ni siquiera me acerqué a la pared de los colores.
Desperté con la sensación de haber perdido una oportunidad que no se repetiría nunca. La misma sensación que se tiene en los sueños en donde nuestros anhelos se cumplen y podemos gobernar el mundo a nuestro antojo, recorrer el cosmos, entender el sistema métrico inglés, hablar esperanto y estar con la persona indicada. Esa sensación de desazón y pérdida inentendible que nos lleva a plantearnos la posibilidad de si un mero sueño puede devolvernos la alegría.
Creía que no volvería a repetirse, que ya no podría acceder a ese lugar, a ese estado, a esa posibilidad. Claro que estaba equivocado.
Meses más tarde el sueño se repitió exactamente igual. No hace falta que copie otra vez la descripción anterior. Todo fue igual hasta el mínimo detalle, incluso los diálogos, el mal trabajo de iluminación y vestuario; hasta los gestos eran los mismos.
Solo hubo una diferencia.
Luego de la explosión de luz tras la cual desapareció el guía de semejante travesía llegué a colocarme de perfil junto a la pared e inclinarme como me indicaran que lo hiciera. En ese mismo momento comenzaron las dudas y los cuestionamientos. ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo me prestaba para algo semejante?
Desperté con la misma sensación de haber perdido una oportunidad que, esa vez estaba seguro, jamás se repetiría.
Volví a creer que aquello no se repetiría, que ya no podría acceder a ese lugar, a ese estado, a esa posibilidad. Claro que estaba, otra vez, equivocado.
Meses más tarde el sueño se repitió por tercera vez exactamente igual. Misma descripción del ambiente, mismo vestuario y trabajo de iluminación. Todo, es decir, todo, exactamente igual, hasta el menor detalle. Nada había cambiado en aquel lugar en el tiempo en que nadie lo visitara; porque estaba/estoy seguro que, como la puerta de la ley, aquel sitio existía únicamente para mí y para nadie más.
Me gustaría decir que, luego de la explosión de luz y color del guía, finalmente logré hacer mi parte y atravesar aquella dura pared de roca fría y sólida que se encontraba junto a mi hombro. Pero, claro, de haber sido así no estaría aquí contándolo.
Llegué a inclinarme nuevamente junto a la pared, y a balancear mi cabeza de un lado a otro pero, antes de llegar incluso a rozar la pared me detuve. La duda, y la posibilidad de estar haciendo el ridículo, resultaban, por tercera vez, más poderosas que la certeza, que cualquier otra posibilidad.
Me detuve. No actué. Pensé demasiado, como suelen decirme.
Desperté por tercera vez con la sensación de haber perdido una oportunidad que no se repetiría nunca a causa del mismo sueño.
La certeza de que un mero sueño puede hacer mucho más que devolvernos la alegría doblegó mis reparos desde ese momento y, como no podía ser de otro modo, desde ese despertar espero a que se produzca una cuarta iteración.
Ignoro si podré superar mis dudas cuando me encuentre una vez más ante la pared. La posibilidad de dejar atrás las limitaciones, junto con todos los otros sinónimos utilizados por el guía, y acceder a lo que sea que se encuentre del otro lado de esa vetusta y mohosa pared de colores, es una tentación más que suficiente para vencer, finalmente cualquier reparo.




-
Inicio de Espacio Publicitario:
En el Número 30 de la revista digital El Narratorio pueden encontrar el relato breve: Jaime, el mataautores. Que forma parte de Proyecto Azúcar desde hace un tiempo.
Fin del Espacio Publicitario.

11 comentarios:

José A. García dijo...

Cuanto más recuerdo el mismo sueño comienzo a creer que el guía también era yo.

Nos leemos,

J.

Pd. Después de un tiempo sin conexión regresé al blog. De seguro estaré visitándolos en breve. Buen fin de semana.

Geraldine, dijo...

Sin dudas tendrás tu cuarta oportunidad...y nos cuentas...es como una vida paralela...saludos!!!

Recomenzar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Recomenzar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Frodo dijo...

Rocky V + Rocky II = Rocky VII ¡La venganza de Adrian!

Yo creo que tendrás tu cuarta oportunidad...
Y recuerdo a Jaime el mataautores, uno de los relatos tuyos que más me gustó junto con el taxi hacia el universo que para mi debiera ser tu carta de presentación en cualquier concurso literario, o boliche

Abrazo!

Guillermo Castillo dijo...

Y los sueños, sueños son, pero ¡ay de ti! si se te llegan a cumplir.
saludos desde la distancia.

lunaroja dijo...

Yo creo José que la respuesta te la das en el comentario que dejás abriendo el espacio de mensajes.
El guía sos vos, para mi está claro desde que empecé a leerlo. Seguramente volverás a soñarlo, seguramente,en todo este tiempo que transcurra hasta el próximo sueño, seguirás avanzando y cuando vuelvas a repetirlo, seguramente darás un paso más, o el definitivo, quién sabe.
Un abrazo!

la MaLquEridA dijo...

Seguramente la próxima vez que tengas ese sueño sabrás el final.


Un abrazo

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

el mundo onírico es difícil de interpretar, pero si andas partiéndote la cabeza, deberías estudiártelo...
besos

vodka dijo...

se me ocurre (sin ser para nada creyente) que atravesaremos esa pared a la hora de la muerte
Si, es un comentario detestable,Perdón.

Juana María Igarreta dijo...

Hola, José A:
Muy interesante y aleccionador tu relato. No debemos perder la esperanza de llegar a alcanzar nuestros sueños. Eso sí, los pasos que debemos dar para ello no siempre serán del todo claros, podemos equivocarnos. Pero tampoco podemos vivir nadando en una eterna duda. Hay que tomar decisiones, por lo menos lo habremos intentado. El protagonista de tu narración, aunque lentamente, va dando pequeños pasos para conseguir su meta. Espero que tenga una cuarta oportunidad para lograrlo.
Aprovecho para darte las gracias por tu asidua lectura y comentarios en nuestro blog. Un saludo desde la Pamplona navarra.