Habían intentado convencerme en varias
oportunidades, con argumentos endebles y criterios que en nada se acercaban a
la realidad, por lo que siempre me negué, a cumplir con el mandato social de
vacacionar en temporada veraniega. En cada oportunidad encontraba la manera de
continuar con mis actividades o, en todo caso, descubría que contaban con el
tiempo real para dedicarme a las mismas. Tampoco entendía muy bien el motivo de
dispendiar un dineral con el único fin de conseguir una serie de fotografías de
dudosa calidad en paisajes bien conocidos, recuerdos deslucidos por el
cansancio que amerita el visitar cada sitio señalado como digno de serlo en las
guías de turismo, acarrear costosos souvenirs mal construidos, peor acabados y
mal recibidos por quienes pensamos que se congraciarían con nosotros por obsequiarles
con algo tan horrendo, como algo que debía hacer sí o sí.
Transcurrieron
años en los escuchaba, una y otra vez, las mismas anécdotas, de las mismas
personas, con mínimas variaciones que ellos no distinguían pero que, gracias a
mi memoria, podía ver sin dificultades. Eso para no mencionar las discusiones
que se generaban cuando señalaba tales similitudes y ponía en tela de juicio la
validez no ya del sistema de abonar cuotas de precios inflados durante todo un
año para disfrutar de 15 días de supuesto esparcimiento, sino la validez misma
de todo cuanto hacíamos como seres humanos.
Poco
a poco logré que nadie me incluyera en sus conversaciones.
Decir
que perdí demasiado por ello es faltar rotundamente a la verdad.
Logré,
en cambio, que nadie notara mi ausencia cuando por fin decidí poner en práctica
cada una de las recomendaciones sobre las que había tomado nota en los últimos
años y partí a realizar mi viaje iniciático. Claro que nada tenía de inicio ni
de descubrimiento, ni de cosa parecida; era, tan sólo, alejarme de la vorágine
habitual antes de reiniciar, una vez más, porque no existía otra opción, la
rutina.
Me
escapé, al lugar más inesperado, más recóndito, menos fotogénico y en el que
esperaba que nada sucediera fuera de lo normal. Pero, maldita sea mi suerte, ni
siquiera así, viviéndolo en el secreto de que solamente perduraría de mi viaje
el recuerdo del mismo, logré mi cometido.
Como
podrán notar por la única fotografía que conservo de ese momento, con la que
pretendía recuperar la vieja tradición de las tarjetas de visita, hasta que me
di cuenta del valor histórico incalculable de la misma y semejante cometido
quedó trunco. La viralización posterior, a cargo del imprentero que debía
realizar las tarjetas y que notara la particularidad de la fotografía, me quitó
cualquier posibilidad de nada.
De seguro ya conocen la fotografía
de la que hablo, aquella en la que se ve, en un segundo plano descuidad y mal
enfocado, porque no era eso lo que realmente importaba, el inicio de la
invasión que actualmente nos encontramos enfrentando. Y ello a pesar de las
claras señales que indicaban que en aquel lugar sucedían cosas extrañas.
De
por sí, fueron mis primeras y últimas vacaciones por igual.
14 comentarios:
Hay historias en (casi) todas partes...
Saludos,
J.
ya me imaginaba que eras argentino jaja... una invasión horrenda, llena de desocupación y pobreza... terrible....
y no sabés lo que te perdés en Mar del Plata en pleno enero ja... yo lo disfruto mucho... saludos!!
JLO: Sólo por nacimiento, no por elección.
Nos leemos!
J.
Muy bueno encontrar tantas historia a esa imagen, esa pintada.
Si que era un lugar inesperado, recóndito... me recordó mi viaje por el norte, cuando perdí el micro que debía llevarme a Iruya
Muchas son las veces que el cartel te lo advierte, pero uno no lo quiere creer.
Este verano no fui a ningún lado, y no por eso me sentí un alien. Si debo confesar que me gusta mucho viajar, no así tanto en temporada (no estoy tan loco como JLO, que ya lo veo en la Bristol el 16/01). Pero cuando puedo cazo la mochila, algo de dinero (no saco mi dedo del bolsillo si no es para garpar un pasaje) y a viajar
Me gustó muchísimo este relato, la imagen acompaña...un diez
Abrazo!
A veces,salir de vacaciones estresa más que quedarnos en casita tan a gusto!
Me gustó mucho tu relato. Realmente agobiante por momentos con la sensación de la presión que recibías por todos para que te fueras de vacaciones.
Aquí otra compatriota que no vacacionó mucho cuando vivía en Argentina!
Un saludo!
los que tenemos hijos pequeños, debemos nuestras vacaciones al periodo estudiantil...
es cierto, que preferiría vacacionar en otro mes y en otros lugares.. pero mientras tenga los hijos a mi cargo, seguiremos en las mismas....
besos.
¡Te pasan todas José! Espero que los integrantes del plato volados no te hayan llevado a vacacionar a marte....
Siempre originales tus propuestas, muy buena la imagen
mariarosa
Hola, José:
Me ha sorprendido mucho tu relato ¿ficticio? —cuando veo el comportamiento de bastantes de nuestros teóricos iguales, me pregunto si no estaremos siendo sustituidos por unos marcianos—,
Como bien señalas somos tan previsibles, o la mayoría estamos tan aborregados, que incluso las actividades de tiempo libre las hacemos cómo y cuándo se nos manda. ¡La dictadura de la moda es la monda!
Feliz semana, José.
Somos la historia que inventaron entre varios.
Esa frase de que hay historias en cada lugar es de un escritor pleno, sin trabas ni bloqueos. Lo difìcil es encontrar la conexiòn entre la historia y la propia voz.
por lo demàs, es simpàtica la imagen panoràmica que te quedò de esa escapada.
Saludos.
Al final se les terminaron las vacaciones a todos, resistir una invasión alienígena es de tiempo completo, como así lo demuestra El Eternauta.
salute!
Sera
Lo más hermoso de las vacaciones, José, es poder elegir lugar y tiempo y si ocurren cosas curiosas como lo que cuentas a disfrutarlas. Saludos.
Volve pronto se feliz con ella
te esperamos
Gracias por sus comentarios.
No me fui a ningún lado, estaba complicado con la vida 1.0 y no podía dedicarme a la 2.0 todo lo que quería.
Por ahora tengo muchas lecturas y visitas atrasadas. Ya me pondré al día.
Saludos!
J.
Publicar un comentario