Tomó la idea de una canción. ¿Para qué mentir?
El título era más que suficiente como plan de trabajo a seguir: construir una
escalera al cielo.
Comenzó
con los diseños preliminares a partir de los materiales que tenía a su alcance
y, luego de realizar varias consultas a personas especializadas en la materia,
se decidió por uno que presentaba las características ideales de maleabilidad,
flexibilidad, precio y acceso al mismo: madera de pino.
Con
las primeras decisiones, el diseño original comenzó a modificarse, ya que resultaba
un tanto complicado llevar adelante la idea sin tener en cuenta que necesitaría
una base material que sustentara el peso de la mole de madera, más allá de lo
que podía calcular con la regla de tres simple y sus propios dedos ante la
mirada atónita de los consultados. Cuestiones que, al comenzar el proyecto, ni
siquiera se había detenido a pensar.
Más
allá de las imperfecciones de los dibujos iniciales, el proyecto se construía a
sí mismo. La idea resultaba atractiva y más allá de algunos pocos crédulos que
señalaban lo irrealizable del mismo debido al material elegido, la falta de
criterio de oportunidad y utilidad, y porque algo tan abstracto como el mismo
cielo difícilmente existiera, la cantidad de ayuda de todo tipo que recibía
mientras se aprontaba para iniciar la construcción, no dejaba de aumentar.
Consiguió
aportes de empresas privadas que aprovechaban la buena fe del proyecto para
lavar su nombre. Realizaron su aporte políticos de todo el arco ideológico en
desuso, con el único fin de obtener algunos votos a cambio. Personas en
general, de los pueblos cercanos, y de rincones lejanos, luego de que la
noticia se viralizara en las redes asociales, llevaban lo que podían:
herramientas, horas de trabajo, comida, bebida, sentimientos para compartir y
vender, ropa nueva y usada. De todo llegaba al sitio elegido para la
construcción de los cimientos de la futura escalera al cielo.
Se donaron miles de hectáreas con
pinos específicamente plantados para abastecer la obra; se acumulaba en
galpones distribuidos por toda la región las herramientas y otros materiales
necesarios; la industria del mueble hogareño se vio obligada a cambiar de
materiales ante la escasez y la especulación de los aserraderos en cuanto al
precio final de la madera de pino. La economía se había reactivado luego de
tantos años de estancamiento y retracción; muchos estaban contentos por ello,
otros no tanto.
Tanta
era la cantidad de materiales que pocas eran las personas que realmente podrían
llegar a percatarse de que solamente quedaban en el sitio lo que apenas sí
valía algo. Las grandes maquinarias, nuevas y con el olor de lo recientemente
ensamblado, llegaban un día y desaparecían al siguiente. Los materiales se
evaporaban en los depósitos. El dinero de la cuenta bancaria fluctuaba de día
en día en gastos vinculados con la obra, claramente, decían quienes tenían
acceso a tan sensible información.
Dos
semanas antes del día fijado para el comienzo de las obras, el proyecto recibió
un importante subsidio por parte del estado. Una cantidad de dinero con tantos
ceros que parecía sacado de una mala película sobre robos increíbles e
impracticables en la realidad. Hasta el momento no se había invertido tal
cantidad de dinero en una obra semejante, en ningún tipo de obra, en ningún
proyecto, en la historia de la humanidad ni del país.
Se intentó justificar semejante
asignación de dinero del erario público de una manera similar a la siguiente: Una
escalera al cielo merece todo el esfuerzo que pueda realizar nuestra sociedad,
aún a costa del hambre, la sed, la educación y la salud de las generaciones
venideras. El mundo escuchará hablar de nuestro país, que dejará de ser uno más,
perdido en un mapa atravesado de fronteras imaginarias. Al contrario, el mundo
entero podrá ubicarnos el cualquier mapa, sin la menor dificultad. Y vendrán a
visitarnos a raudales, a conocer el fruto de nuestro esfuerzo, el sudor de
nuestra frente, el color de nuestro pueblo, el ardor de nuestras mujeres, el
coraje de nuestros trabajadores que desafían, y desafiarán, la ley de gravedad
en inverosímiles alturas. El día en
que se colocaría la simbólica primera piedra, que en realidad sería una cuña de
madera marcando el punto cero de la construcción, en vano esperó la comitiva la
llegada del ilustre espíritu romántico que ideara semejante proyecto. Esperaron
y esperaron, durante horas, desde la mañana hasta pasado el mediodía, pues
entendían que, algunas veces, los soñadores suelen ser un tanto descuidados con
el tiempo y con las convenciones sociales.
Continuarían
esperándolo de no ser porque uno de los presentes tuvo la idea de chequear el
estado financiero de la cuenta bancaria del proyecto y encontrarse, en lugar de
los consabidos millones, un único y aterrador cero que parecía sonreírle desde
la diminuta pantalla de su no tan inteligente teléfono celular.
El
resto de la tarde, los pinos de los campos cercanos, enterados de la
cancelación del proyecto, recuperaron la tranquilidad de saber que, al menos a
la brevedad, nadie los talaría.
13 comentarios:
En la era de la credulidad, nada tan sencillo como el engaño.
Saludos,
J.
¿Cuál es la diferencia entre engaño y mentira?
Mentira es no decir la verdad
Engaño es ??????
Espero tu respuesta....................................................................................
Como siempre te traigo azúcar dorada morena por si tomás mate... Yo personalmente lo tomo amargo
Saludos
Una ironia o una realidad sobre las promesas que los gobiernos hacen y que se esfuman en el aire...Muy bueno José.
Sobre Sandro, no te olvides que es un cuento y en ellos se puede divagar. Me gustaba cantando, pero comparto lo que sugeris como actor.
Muy buena semana.
mariarosa.
Buenas tardes, José A.:
Enhorabuena por tu ingenio.
Encuentro en tu relato una sátira como un pino a nuestra (des)organización social, cuya escala de valores lleva al ¿cielo? de la vanagloria.
Un abrazo, José A..
Hiciste que me acuerde de la plazoleta con siete pinos de la vuelta de mi ex casa.
Ahora me agarró una melancolía de la que ni los temas más rockeros de Zeppelin podrán arrancarme.
Trepábamos por uno de esos pinos (el que tenía la primer rama bien abajo) y subíamos, subíamos... había un mentiroso que decía llegar a ver la Av. Gaona., pero claro, quién iba a desmentirlo si él llegaba hasta la punta. Donde nadie se atrevía.
Abrazo
Mentir :
es afirmar algo que es falso, aún cuando no sepamos que no es cierto. También existe la mentira que ayuda a convivir.
Otra cosa es engañar
En este acto existe una voluntad, una premeditación, la búsqueda de un beneficio y, por qué no, hasta el perjuicio de otra persona
Te felicito por tu libro.
Escribir un libro es hacer nacer tus letras.
Es dar a luz tus sentimientos .
Y saborearlos en la soledad que significa ser un escritor
Yo soy un blogger nada mas que eso
Muy ingenioso
Abrazo
Bien engañados.
Se lo merecen por estar dispuestos a sacrificar tantos pinos...
no creo que ningún tipo de árbol se merezca morir por una escalera ninguna parte...
besos.
Lentamente
y cada dia
te estoy entendiendo mas
Creo que esta idea la están aplicando últimamente demasiadas personas, desde políticos a empresarios, pasando por timadores de todo tipo.
Saludos.
La otra vez no pude comentar.
Brillante relato.
Felicidades.
Gracias por las lecturas y comentarios.
Mucha: Una mentira es no decir la verdad, como dices tu. Engaño es no decir toda la verdad, como sostengo yo.
María Rosa: Por ahí iba todo. Si.
Nino: Todos estamos insertos en medio de tanta vanagloria que por momentos ni siquiera nos percatamos de ello.
Frodo: Nunca trepé demasiados árboles. Les temía respeto y, además, temía por mi integridad. Como continúo haciéndolo hoy.
Recomenzar: Gracias por la lectura y las felicitaciones.
Lapislazuli: Gracias.
Toro Salvaje: Claro que se lo merecen. De otro modo se hubieran percatado antes del engaño.
Magnética: Tampoco lo creo. Pero así vivimos.
Unjubilado: ¿Y no son los políticos y los empresarios timadores legalmente reconocidos?
Amapola: Gracias. No sé por qué no habrás podido hacerlo, no modifiqué nada de la configuración del blog.
Gracias a tod@s,
Nos leemos,
J.
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