sábado, 26 de mayo de 2018

Pino (Escalera al Cielo)

Tomó la idea de una canción. ¿Para qué negarlo? El título era más que suficiente como plan de trabajo: construiría una escalera al cielo.
            Comenzó con los diseños preliminares probando con los materiales que tenía a su alcance; luego de realizar varias consultas a personas especializadas en la materia, se decidió por el que presentaba las características ideales de maleabilidad, flexibilidad, precio y accesibilidad: madera de pino.
            Con las primeras decisiones, el diseño original comenzó a modificarse. Resultaba un tanto complicado llevar adelante la idea sin tener en cuenta que necesitaría una base material que sustentara el peso de la mole de madera. Cuestiones que, al comenzar el proyecto, ni siquiera se había detenido a pensar. Ante la mirada atónita de los consultados sobre estas cuestiones, continuaba recurriendo a la regla de tres simple y sus propios dedos para realizar los cálculos necesarios.
            Más allá de las imperfecciones de los dibujos iniciales, el proyecto se construía a sí mismo. La idea resultaba atractiva a pesar de que unos pocos incrédulos señalaran lo irrealizable del mismo debido al material elegido, la falta de criterio de oportunidad y utilidad, y porque algo tan abstracto como el mismo cielo difícilmente existiera. Pero, a pesar de las críticas claramente infundadas, no dejaba de crecer la ayuda de todo tipo que recibía mientras se aprontaba para iniciar la construcción.
            Consiguió aportes de empresas privadas que aprovechaban la buena fe del proyecto para limpiar su nombre frente a fiascos anteriores. También realizaron aportes políticos de todo el arco ideológico en desuso, buscando algunos votos a cambio. Personas en general, de los pueblos cercanos, y de rincones lejanos, luego de que la noticia se viralizara en las redes asociales, llevaban lo que podían: herramientas, horas de trabajo, panes rellenos, bebidas artesanales, sentimientos para compartir y vender, ropa nueva y usada. Todo llegaba al sitio elegido para la construcción de los cimientos de la futura escalera al cielo.
Se donaron miles de hectáreas que fueron reforestadas con pinos específicamente plantados para abastecer el proyecto; se acumulaba en galpones distribuidos por toda la región el resto de las herramientas y los insumos necesarios; la industria del mueble se vio obligada a cambiar de materiales ante la escasez y la especulación de los aserraderos en cuanto al precio final de la madera de pino. La economía se había reactivado luego de tantos años de estancamiento y retracción; muchos estaban contentos por ello, otros no lo estaban tanto.
            Tal era la cantidad de materiales en movimiento que prácticamente nadie se percató de que solamente aquello carente de valor quedaba en el sitio del proyecto. Las grandes maquinarias, nuevas y con el olor de lo recientemente ensamblado, llegaban un día y desaparecían al siguiente; los materiales se evaporaban en los depósitos; el dinero de la cuenta bancaria fluctuaba de día en día en gastos en teoría vinculados con el proyecto, según aclaraban quienes tenían acceso a tan sensible información.
            Dos semanas antes del día fijado para el comienzo de las obras, el proyecto recibió un importante subsidio por parte del estado. Una cantidad de dinero con tantos ceros que parecía sacado de una mala película sobre robos increíblemente impracticables. Hasta el momento no se había invertido tal cantidad de dinero en una obra semejante, en ningún tipo de obra, en ningún proyecto, en la historia del país ni de  la humanidad.
Se intentó justificar semejante asignación de dinero del erario público sosteniendo que: Una escalera al cielo merece todo el esfuerzo que pueda realizar nuestra sociedad, aún a costa del hambre, la sed, la educación y la salud de las generaciones venideras. El mundo escuchará hablar de nuestro país, que dejará de ser uno más, perdido en un mapa atravesado de fronteras imaginarias. Al contrario, el mundo entero podrá ubicarnos el cualquier mapa, sin la menor dificultad. Y vendrán a visitarnos a raudales, a conocer el fruto de nuestro esfuerzo, el sudor de nuestra frente, el color de nuestro pueblo, el ardor de nuestras mujeres, el coraje de nuestros trabajadores que desafían, y desafiarán, la ley de gravedad en inverosímiles alturas.       El día en que se colocaría la simbólica primera piedra, que en realidad sería una cuña de madera marcando el punto cero de la construcción, en vano esperó la comitiva la llegada del ilustre espíritu romántico que ideara semejante proyecto. Esperaron y esperaron, durante horas; desde la mañana hasta después del mediodía, pues entendían que, algunas veces, los soñadores suelen ser un tanto descuidados con el tiempo y con las convenciones sociales.
            Continuarían esperándolo de no ser porque uno de los ayudantes administrativos del proyecto tuvo la brillante idea de chequear el estado financiero de la cuenta bancaria del proyecto y encontrarse, en lugar de los consabidos millones, un único y aterrador cero que parecía sonreírle desde la diminuta pantalla de su ya no tan inteligente teléfono celular.

            Hay quienes dicen que, al conocerse la noticia de la cancelación del proyecto, pudo sentirse llegar, desde los pinares cercanos, una suave y fresca brisa cargada de algo similar a la alegría y el alivio.

13 comentarios:

José A. García dijo...

En la era de la credulidad, nada tan sencillo como el engaño.

Saludos,

J.

Mi nombre es Mucha dijo...

¿Cuál es la diferencia entre engaño y mentira?
Mentira es no decir la verdad
Engaño es ??????
Espero tu respuesta....................................................................................


Como siempre te traigo azúcar dorada morena por si tomás mate... Yo personalmente lo tomo amargo
Saludos

mariarosa dijo...

Una ironia o una realidad sobre las promesas que los gobiernos hacen y que se esfuman en el aire...Muy bueno José.
Sobre Sandro, no te olvides que es un cuento y en ellos se puede divagar. Me gustaba cantando, pero comparto lo que sugeris como actor.

Muy buena semana.

mariarosa.

Nino dijo...

Buenas tardes, José A.:
Enhorabuena por tu ingenio.
Encuentro en tu relato una sátira como un pino a nuestra (des)organización social, cuya escala de valores lleva al ¿cielo? de la vanagloria.
Un abrazo, José A..

Frodo dijo...

Hiciste que me acuerde de la plazoleta con siete pinos de la vuelta de mi ex casa.
Ahora me agarró una melancolía de la que ni los temas más rockeros de Zeppelin podrán arrancarme.
Trepábamos por uno de esos pinos (el que tenía la primer rama bien abajo) y subíamos, subíamos... había un mentiroso que decía llegar a ver la Av. Gaona., pero claro, quién iba a desmentirlo si él llegaba hasta la punta. Donde nadie se atrevía.

Abrazo

Recomenzar dijo...

Mentir :
es afirmar algo que es falso, aún cuando no sepamos que no es cierto. También existe la mentira que ayuda a convivir.

Otra cosa es engañar
En este acto existe una voluntad, una premeditación, la búsqueda de un beneficio y, por qué no, hasta el perjuicio de otra persona


Te felicito por tu libro.
Escribir un libro es hacer nacer tus letras.
Es dar a luz tus sentimientos .
Y saborearlos en la soledad que significa ser un escritor

Yo soy un blogger nada mas que eso

Lapislazuli dijo...

Muy ingenioso
Abrazo

TORO SALVAJE dijo...

Bien engañados.
Se lo merecen por estar dispuestos a sacrificar tantos pinos...

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

no creo que ningún tipo de árbol se merezca morir por una escalera ninguna parte...
besos.

Recomenzar dijo...

Lentamente
y cada dia
te estoy entendiendo mas

unjubilado dijo...

Creo que esta idea la están aplicando últimamente demasiadas personas, desde políticos a empresarios, pasando por timadores de todo tipo.
Saludos.

Amapola Azzul dijo...

La otra vez no pude comentar.
Brillante relato.

Felicidades.

José A. García dijo...

Gracias por las lecturas y comentarios.

Mucha: Una mentira es no decir la verdad, como dices tu. Engaño es no decir toda la verdad, como sostengo yo.

María Rosa: Por ahí iba todo. Si.

Nino: Todos estamos insertos en medio de tanta vanagloria que por momentos ni siquiera nos percatamos de ello.

Frodo: Nunca trepé demasiados árboles. Les temía respeto y, además, temía por mi integridad. Como continúo haciéndolo hoy.

Recomenzar: Gracias por la lectura y las felicitaciones.

Lapislazuli: Gracias.

Toro Salvaje: Claro que se lo merecen. De otro modo se hubieran percatado antes del engaño.

Magnética: Tampoco lo creo. Pero así vivimos.

Unjubilado: ¿Y no son los políticos y los empresarios timadores legalmente reconocidos?

Amapola: Gracias. No sé por qué no habrás podido hacerlo, no modifiqué nada de la configuración del blog.

Gracias a tod@s,

Nos leemos,

J.