Comenzaré con una breve confesión
de mi parte: No comprendo a las personas que depositan su suerte en las cartas,
los dados, los astros, la magia, las acciones de la bolsa, las promesas políticas,
el vuelo de la aves, la resurrección de los muertos, el perdón de los pecados,
la vida eterna, ni el tomar al azar cualquier libro de la biblioteca y leer la
primera frase completa que encontremos en, digamos, la página 37. Comprendo mucho
menos a las personas que recomiendan medicamentos que le fueron recetados
porque a ellos les ha hecho bien.
Por
extensión, desconfío de cualquier persona que pretenda ser demasiado excéntrica
para ser tomado como normal, de quienes se esfuerzan en aparentar normalidad
para no ser considerado como raro, de quienes se quedan siempre a mitad de
camino de cualquier opción, fuera de cualquier sistema de análisis y/o de
interés.
El problema
suele ser que eso que se cree que te hace único, diferente, especial de alguna
manera, sólo lo hace porque tiene un interés relativo, el cual responde a uno
mismo, por lo que carece de valor para nadie más. Lo que a ti te vuelve
diferente, lo que te permite sentirte de ese modo, solamente te interesa a ti,
no a los demás. La media quiere sentirse de ese modo, para variar, para no
encontrarse por fuera de su lugar.
Es una suerte
entonces que siempre haya alguien que acepte hacer el papel de infame para que
el resto de las personas se sienta, apenas, un poco mejor. Que acepte ser el villano
de una historia que nadie pretende contar pero todos simulan vivir. Ese, al que
se debería adorar porque en verdad es de más ayuda para la sociedad haciéndose
odiar por ella que el resto de las personas, que pretenden solucionar sus
problemas desde un punto de vista tan abstracto como carente de validez.
Porque en este
mundo sin dioses, sin hijos de los seres mitológicos, con meros personajes
famosos por nimiedades que fácilmente olvidaremos cuando alguien más ocupe su
lugar y que, es muy probable, solo unos pocos conocerán, el verdadero héroe es
quien se presenta para cumplir el trabajo del villano. Lo que nadie quiere ser
ni hacer, pero que cada uno de los que forman parte de la sociedad, necesitan
por igual.
Al morir, en
su honor, se construyen grandes tumbas, mausoleos enormes, estatuas y
monumentos varios en diferentes partes del territorio; calles, escuelas,
puentes, aeropuertos, buques de guerra, naves espaciales, asteroides en el
cinturón de Orión, cereales para el desayuno, pastillas para el mal aliento, entre
una variedad infinita de posibilidades, llevan su nombre con sumo orgullo. Y
cada uno de quienes ven en grandes letras de moldes su nombre, sabe quién ha
sido aquel que lo portaba, ignorará muchas cosas, pero jamás ese único y tenaz
detalle.
La
presente generación me ha otorgado el honor de ser aquel al que todos tienen la
facilidad de odiar por el simple hecho de rechazar la falsedad de lo
políticamente correcto que no soluciona los conflictos sino que los disimula
con el lenguaje, que reconoce la impostura de las neurociencias como carentes
de componentes realmente científicos, que no va a perder el tiempo visualizando
ninguno de los partidos del mundial de fútbol en la Unión Soviética, que
rechaza la cerveza artesanal como impostura líquida y la música indie que suena
mal y está peor cantada, que escapa a las redes antisociales y cuya opinión es
tenida en cuenta pura y exclusivamente para ser rechazada en la frase
subsiguiente a su inmediata mención.
Llevaré
la frente en alto haciéndome cargo del lugar que se me ha señalado pero que también
he elegido ocupar.
Por otro lado,
he comenzado la edificación de la que será mi última morada, el centro del
futuro culto a mi persona. Sean concientes del esfuerzo que realizo por
ustedes. Recuérdenme, pues, en concordancia con mi labor.
17 comentarios:
Ya comienzo a escuchar los aplausos...
Saludos,
J.
Aquí tienes los míos...
Plaf plaf plaf!!
Besos.
Gracias María!
Nos leemos,
J.
Una salva de aplausos te recibe, ¡Oh José erudito de las letras! ¡Clap! ¡Clap! ¡Clap!
Gracias por el esfuerzo. Abrazo
Yo voy a ser yo misma para rescatarme de mi propia vida ,porque si tuviera que esperar a que me rescataran moriría en el intento ,aplausos mios también para tus pensamientos
Excelente! Nos crujen los dedos de alborozo.
Buenas tardes, José A.:
Tu confesión es un manifiesto que muchos subscribimos.
Gracias por compartirla.
Impresionante tu texto, un manifiesto vital, una declaración de principios desde la primera a la última palabra.
Excelente narración, con fuerza y emoción!
Un abrazo!
destruiste todo lo que yo creía que era bueno.
Y ahora quién podrá salvarme... el chapulin se murió...
mariarosa
Ya no queda nada ni nadie en quien confiar a veces ni en uno mismo. Yo me conformo con imitarte y seguir llevando la frente en alto. Saludos.
Adhiero a casi todo J.
Si si, dije CASI todo, pero igual freno este comentario un segundo para aplaudirte de pie...... escribiste de diez, un lujo.
Y eso te convierte en héroe, en un mundo sin héroes, como decía Kiss mientras se creían héroes.
Abrazo gigante y sigo aplaudiendo....
Besos.
yo también desconfío de muchos, pero es que también poco caso les hago...
lo que si me da mala espina es aquellos que van de buenos samaritanos...
ya has comprado la parcela definitiva.... ole tus huevos!!!
besos.
A falta de dioses hay que adorar lo que sea que nos vaya quedando, por ahora villanos y falsos héroes. ¿Y cuando también estos nos falten? Seguro comenzamos a levantar templos para adorar las piedras.
Abrazos.
Gracias por los aplausos y saludos. Perdón por el retraso en las respuestas.
Nos leemos,
J.
Bravo!!!!!!otra! otra!!!!!
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