La gente que me conoce sabe que utilizo la
mayor parte del tiempo para leer, incluso he llegado a soñarme leyendo, por lo
que desisten bien pronto de regalarme libros. Más que nada porque aun cuando no
juzgo por la portada, existe la posibilidad real de que ya haya leído, anotado,
cuestionado, criticado, olvidado y vuelto a leer antes de que su existencia
llegara incluso a ser vislumbrada por ellos y pensaran en que podría ser un
buen obsequio.
De
allí mi sorpresa ante el pequeño libro, en octavo, con tapas duras, negras y
sobrias, con el título en el lomo y no en el frente, sin ningún otro detalle
que permitiera su identificación, que llegó a mis manos envuelto en llamativo
papel de colores en el último aniversario de mi nacimiento. El título no me
resultaba conocido, pero bien podría tratarse de una nueva traducción de algún
autor extranjero, de esas que siguen la moda de cambiarle el título con el que
ciertas obras son universalmente conocidas. La sonrisa de quien me lo diera
generó aún más enigma.
El
resto de la velada no hice más que pensar en él, dejando que la ansiedad por
recorrer sus páginas creciera libremente hasta el punto de olvidar las
conversaciones en las que supuestamente participé. Mi atención había sido
captada por ese objeto, por ese libro, por ese misterio, por esa sonrisa de atrevimiento.
A
la mañana siguiente, ante los restos de una leve resaca y un café humeando
sobre mi escritorio, con mi bata de lectura perfectamente colocada y las
sandalias más cómodas en mis pies, me senté en mí berger con el libro en las
manos.
Recorrí
los pliegues del cuero de imitación con la yema de mis dedos; volví a leer el
título en sobrias letras plateadas; lo abrí en la primera página y aspiré el
aroma que se desprendía de aquella alquimia de papel, savia vegetal, tinta,
pegamento y ficción.
Busqué
el inicio del texto, ignorando los datos de edición, las dedicatorias, los
prólogos innecesarios y cualquier introducción; sólo me interesaba el texto en
sí mismo para comenzar a leer:
Este libro comienza mal.
Tiene cosas que no se comprenden y, durante
las primeros párrafos, nadie será capaz se advertir el por qué de lo que allí
se narre, ni la razón de ser de sus personajes.
Me gustaría decir que, al avanzar las
páginas, eso ya no sucede, que todo mejora y, claro, el final justifica y corrige
cualquier error. Pero es algo que no me corresponde a mí decirlo, más que nada
conociendo mis propias deficiencias al momento de escribir.
Algún día comprenderé, finalmente, aquello
que he hecho mal. Ese mismo día sabré que es demasiado tarde para pensar en
cambiar ni siquiera en lo más mínimo aquello que ya se encuentra hecho.
Siempre es demasiado tarde para evitar y/o
enmendar los errores. Eso lo sabe cualquier principiante. Al igual que aprendemos,
con el dolor de la experiencia, que en todo comienzo anida,
indefectiblemente, la semilla del fracaso.
Luego del último renglón, quien
me regalara el libro había escrito, en su inconfundible caligrafía, tan indescifrable
como su sonrisa en la noche anterior: Suerte.
Las
250 páginas restantes del libro estaban por completo en blanco.
14 comentarios:
Una buena forma de dejar pensando al otro.
Saludos,
J.
Absolutamente! Me quedé atrapada en tu escrito! Muy bueno!
Queda tanto por decir!
Un abrazo!
Soy lo que soy
Por
lo que fui
en mi pasado....
Saludos para vos y Mirta
Uds son mis preferidos
suerte no es un mal augurio. Azar. o dios jugando a los dados.
Escríbelo.
Escribe tu vida.
Todos los futuros están en blanco.
Como bien dice Toro, todos los futuros están en blanco, por eso debemos ir rellenando cada folio con nuestras vivencias, para escribir con nuestra caligrafía nuestras emociones.
Un placer leerte, José A.
Besos.
Todo el futuro está pendiente de ser escrito.
Me encantó
saludos
Vaya regalo, de esa forma evito que le dijeras que era una mala novela.
mariarosa
Un excelente final abierto. Del libro y de la entrada.
Marty McFly lo tuvo que padecer en la III y El óscuro de Éfeso nos hace lo mismo con sus escritos "perdidos"
Muy bueno!!
Abrazo!
Gracias a todas y todos por sus comentarios.
No me canso de decir que son lo más interesante de este blog.
Saludos!
J.
Me gustaria conocerte
Don José, cordial saludo. Suerte la suya de recibir un libro del que sólo usted puede ser quien escriba la historia que hace falta en aquellas páginas en blanco y que no se ufanan, como usted la sabe hacer, de decir lo que no corresponde a su estilo y modo de ser.
Gratificante encuentro con aquellas inmaculadas páginas en blanco.
¿Ya comenzaste a escribir tu historia?
Saludos
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