La sorpresa inicial dio paso al estupor; podría
haber avanzado un poco más y llegar al pavor, al terror sin límites. Su
curiosidad, sumada a la nula formación, pudo más y le indujo a pensar que existían
demasiadas posibilidades de que allí hubiera otra cosa que mera superstición.
Después de todo, sabia que los árboles no sangran.
Al
menos no con una sangre similar a la humana; rojiza, pegajosa y tibia. Eso lo
sabía, pero la leyenda hablaba de una anciana bruja que, escapando de los inquisidores
que la perseguían sin descanso, se internó en el bosque sin volver a ser vista
jamás. Los inquisidores regresaron con las manos vacías a sus iglesias
sedientas de fuego y dolor; llevaban, en cambio, la certeza de que aquella
vieja era realmente una bruja y se había transfigurado en árbol para evitar la
hoguera. La bruja formaba parte del bosque.
Por
esa razón pocos eran los que se atrevían a atravesarlo desde entonces.
Pero
era sólo una leyenda, tenía que serlo. Las brujas no se convierten en árboles.
Las brujas no existen, o no debería existir. Así como tampoco debería un árbol
sangrar. Sin embargo, allí estaba, viendo como aquel grueso y rugoso tronco se
desangraba hasta la muerte luego de que golpeara, al pasar junto a él, la
corteza con la vaina de la espada.
¿Por
qué no quemaron el bosque cuando la bruja desapareció en él? ¿Por qué nadie
arrancó de aquella tierra hasta el último raquítico tallo?
Respuestas
que carecían por completo de interés en ese momento. Era evidente que nadie lo
había hecho y la bruja-árbol, el árbol-bruja, del que se hablara durante siglos
acababa de quedar al descubierto.
El
miedo lo embargó durante unos instantes.
Se
arrodilló en la tierra formando un cuenco con sus manos para juntar la sangre
derramada y beberla, como una ofrenda a sí mismo. Bebió cuanto pudo antes de
desfallecer y caer vomitando el brebaje que intentara tragar tal vez creyendo
que adquiría, de ese modo, alguno de los poderes de la oculta hechicera.
Allí
se quedó, junto a las raíces de un árbol que moría lentamente, hoja por hoja,
gota a gota, desangrándose a su lado.
9 comentarios:
El árbol Drago, también conocido como el árbol de los alquimistas y un montón de cosas similares.
Nos leemos,
J.
Que buen cuento, y apto para todas las edades, hacen falta cosas asì por la virtualidad.
Me gustò.
Claro, nos leemos.
Qué bonito! Me gustó mucho! El Drago milenario en la Isla de Tenerife, es maravilloso!
(yo tuve un drago en mi balcón) Es una especie extraña y hermosa, no me extrañaría que tuviera conexión con las brujas! :) Un abrazo! (gracias por tu comentario!)
Qué historia tan mágica y tan tremenda....
Parece una leyenda de esas que contaban los indios sobre los árboles, cada uno con su historia. Muy bueno José.
mariarosa
te dejo azúcar para que pongas cuando escribes miel en tus palabras
sé feliz
un abrazo enorme
No conocía al Drago. Gran relato J., digno de Las Metamorfosis de Ovidio
Abrazo!
Gracias por las visitas y comentarios. Lo más interesante de este blog, sin dudas.
Frodo, siempre me gustó unir a las personas, que la pases bien con Drago.
Nos leemos,
J.
curiosa historia que nos cuentas, y no por ello oscura...
muy interesante...
un beso
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