Un día despertamos, la población
completa de la Tierra, para descubrir que en el espacio, a pocos millones de
kilómetros de distancia, había surgido de la nada un agujero negro. Los
científicos estaban exultantes por la cantidad de experimentos y
descubrimientos que podrían hacer. La mayoría de la población se encontraba en
el abanico se emociones que iba de la indiferencia más atroz al desasosiego sin
igual, de la apatía a la desesperanza.
Al
día siguiente la Luna fue tragada por el agujero. Seguíamos viéndola, y todo el
proceso de tragado había sido trasmitido por los medios, como si se encontrara
del otro lado de un velo que la separaba de nosotros que aún nos permitía
contemplarla. El agujero era relativamente pequeño, por lo que todo el proceso
de traspaso de la Luna fue más bien extraño, comenzó como si quisiéramos introducir
una pelota en un orificio demasiado pequeño, claro que no pasa, pero luego la
Luna se tornó tan maleable como la goma, se achicó, comenzó a estirarse
volviéndose cada vez más fina de un lado del agujero y recuperando su forma
habitual del otro, hasta ser devorada por agujero completamente
Le
tocaba el turno a la Tierra.
Lo
miraba todo desde el techo de mi casa. El cielo nunca había resultado tan
extraño, tan llamativo, tan perturbador y, al mismo tiempo, tan acogedor que
los gritos de desesperación y la cacofonía del caos que llegaba desde la calle
apenas me distraían.
2 comentarios:
En verdad este sueño fue más de lo que llegué a describir en palabras, tal vez sea el futuro guión para un corto de ciencia ficción con muchos, muchísimos efectos especiales.
Saludos,
J.
Esperaremos ese corto
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