La noticia del día era que,
después de mucho tiempo, tal vez años, décadas, llovía.
Llevaba
tanto tiempo sin hacerlo que en la televisión, en las redes antisociales, la
radio, los diarios del día siguiente, en las nuevas escuelas, pero también en
las viejas, se les explicaba a los niños, a los pequeños —de edad y no de espíritu, se entiende—, qué era eso que caía del
cielo. Claro que no todos comprendían nuestras palabras, nuestras experiencias
de cuando la lluvia era algo normal, no algo tan extraño que incluso la palabra
había sido quitada de los diccionarios.
El
terror, la incertidumbre, la desazón, daban paso a algunas tímidas sonrisas y a
juegos bajo la lluvia que por momentos arreciaba pero que se mantenía como una
leve molestia que tan sólo señalaba su presencia allí.
No
todo estaba irremediablemente perdido.
Aunque
bien podría ser lluvia ácida, lo que explicaría el ardor en la piel de quienes
se exponían a ella. Claro que, los libros de consulta habituales, nada decían
al respecto.
2 comentarios:
Siempre lo más importante de todo no se encuentra en los libros...
Saludos,
J.
Por aquí es una triste realidad.
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