sábado, 2 de diciembre de 2017

Sueños Breves # 12


Un tumulto de gente sentada en grandes gradas de madera, como si fueran los Estados Generales de Francia antes de la revolución, la Duma Imperial de la Rusia presoviética o el público ante el jurado de american idol.
         Se gritaban los unos a los otros intentando decidir algo; parecía importante y, al mismo tiempo, espectacular. Nunca me gustaron las multitudes, ni la gente en general, por lo que la incomodidad era creciente. Mi interés estaba puesto en no estar allí.
         Había un atril con una corona en el centro del lugar. Parecía estar hecha de cartón más que de algún metal precioso. Se la veía rota y manoseada en varios lugares, ajada y sobada. No parecía lo que se espera que fuera un atributo real; no era, por supuesto, la corona de los reyes piratas. Era, más bien, un juguete viejo y usado.
        En medio de los gritos entendí que quien usara esa corona, entre otras cosas, sería el líder, amo y señor de todo y todos. El problema era que nadie quería la corona, porque ser el amo de todos y todo implicaba ser todo y todos al mismo tiempo dejando de ser uno mismo. Algo así como estar vivo sin poder vivir, tener sed estando rodeado de agua que no podemos beber, gritar sin voz hasta que la garganta arda y amar sin nunca ser correspondido.
La corona no era el triunfo, era la señal del fracaso.
        Por eso nadie la quería. Se gritaban los unos a los otros intentando convencer a cualquier otro que colocara esa maldita corona sobre su cabeza para que el resto pudiera continuar con sus vidas de manera normal.
      De alguna manera, parte de todo eso no sonaba tan mal en mis oídos. Pero era tan fea la corona…

2 comentarios:

José A. García dijo...

Fea, bien fea era.

Saludos,

J.

Frodo dijo...

¿Le pagaban con cerveza? preguntaba Quico en un capítulo sobre boxeo

No importa, ya fue, dejá

Abrazo!