Viajaba en un tren antiguo, con
terminaciones en madera, asientos de cuero, ventanas con vidrios reales —no de simple acrílico—, y acabados cromados. Mi
ropa también parecía ser de otra época, principios del siglo XX tal vez.
En el
compartimiento solamente había otra persona. Su aspecto resultaba vagamente
familiar, como alguien que hemos visto varias veces antaño en fotografías
viejas y de pésima resolución. Llevaba un periódico en sus manos simulando
leerlo. Sé que simulaba porque podía ver cómo lo sostenía al revés mientras
hacía grandes esfuerzos concentrándose en la aparente lectura.
—Lo tiene al revés —dije.
—Eso
no es cierto —respondió.
—Sí,
lo es —le aseguré.
—Tome.
Fíjese usted, ya que insiste —respondió con tono ofuscado.
Con
el periódico en mis manos me recliné contra el respaldo del asiento y me
dispuse a leer. Sin darme cuenta, lo había tomado del lado incorrecto, por lo
que lo giré sonriendo a mi compañero de viaje. Miré las páginas y noté que lo había
girado en demasía, y las letras continuaban siendo ininteligibles. Por lo que
volví a girarlo, y luego lo giré una vez más.
Continué
girándolo porque aún no comprendía lo que allí estaba escrito.
—¿Lo
ve? —Dijo mi acompañante cruzándose de brazos—. No estaba al revés.
2 comentarios:
Debo reconocer que sí, es cierto, me lo había dicho.
Saludos,
J.
La prensa siempre manipulando las noticias... hasta en los sueños
Abrazo
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