Me encontraba en el interior de un avión —sin
nunca haber viajado en una—. Todos los pasajeros iban de pie, no había
asientos, ni ningún otro tipo de comodidad. Parecía más a una habitación de la
que habían quitado todo mobiliario que otra cosa que el interior de una avión.
Había poca luz, las ventanas eran pequeñas, escasas y mal distribuidas. Para
peor, estábamos apretados los unos contra los otros. El suelo era negro, de un
material que me resultaba raro pero conocido.
La
gente susurraba y murmuraba cosas pero no se les entendía, era como si hablaran
en otro idioma, o no quisieran ser comprendidos por los demás y hablaban con
códigos conocidos sólo por ellos. El aire se notaba pesado y caluroso.
El
suelo comenzó a deslizarse de imprevisto, moviéndose hacia atrás provocando que
varias personas cayeran y fueran pisoteadas por quienes reaccionaban a tiempo.
En mi caso me mantuve de pie porque comencé a seguir el ritmo del suelo que no
dejaba de desplazarse cada vez más rápido.
—¿Qué
es esto? ¿Qué pasa? —pregunté sin dejar de correr.
—El
avión va a despegar, corremos para darle impulso —respondió una voz de actor de
doblaje mexicano a mi espalda. Me tranquilizó, serenando mi incertidumbre, ya
que era la voz de varios personajes de dibujos animados de mi infancia.
—Esto
no se parece en nada a los aviones de las películas —dije.
Las
risas inundaron ese espacio vacío y, al mismo tiempo asfixiante.
—Nada
es como lo muestran las películas —susurró la misma voz de antes más cerca de
mi oído.
3 comentarios:
Nunca nada es lo que parecer ser.
Nunca.
Saludos,
J.
Este relato me hizo un hueco en la panza. Brrrr
Abrazo José (este es el mejor relato).
Este sueño breve también es muy bueno.
Creo que me voy a abonar al servicio de "Sueños Breves".
Abrazo!
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