La madre y el niño, pequeño,
quizás unos cinco años, compartiendo el asiento del ómnibus (sí, paso mucho
tiempo en transportes públicos).
—Tengo
hambre, mamá —dijo el pequeño.
—Bueno,
ya casi llegamos, en un ratito estamos en casa.
—Sí,
ya sé, pero tengo hambre ahora —continuó el niño—. ¿Sabes cuánto hambre tengo?
—A
ver… ¿Mucha? —siguió el juego la madre sin dejar de mirar por la ventanilla del
vehículo.
—¡Me
comería un oso panda! Enterito, enterito —respondió el pequeño lamiéndose los
dedos de la mano izquierda.
—Bueno,
pero acordate que están en peligro de extinción y que quedan pocos —dijo la
madre mirando la pantalla de su celular.
—Ah…
—expresó su desazón el pequeño; claro que dicho sentimiento duró muy poco, el
hambre, sin dudas, era más fuerte—, entonces, por las dudas de que se acaben,
me como dos…
9 comentarios:
Lo que se dice, tener la prioridades bien claras.
Nos leemos,
J.
Yo me sé de un pequeñajo que empezaría con el ¿Y si...?
- ¿Y si los pandas tienen pelo como se lo quito antes de comérmelo...?
- ¿Y si quedan pocos son chicos o chicas?
- ¿Y si son chicas y tienen un bebé?
- ¿Y si se acaban qué habrá?
- ¿Y s no hay qué me comería?
- ¿Y si no hay y el bambú no se lo comen?...
El problema es encontrarle respuestas que le puedn convencer, jajajja.
Un abrazo.
Vaya, en un mal momento has logrado sacarme una sonrisa, toca agradecerte
Mi beso, José
Y si...pudiéramos saber que contestar a las preguntas de los niños
Abrazos
ese niño se parece a mi hija, que dice que la felicidad es comer jajajajajaja
Sirve para no idealizar a la infancia. No le preocupan para nada que se extingan.
Saludos.
El hambre tiene una necesidad de comida muy arraigada.
Besos.
Cuando se tiene hambre lo demás pasa a segundo plano. Comer es lo primero ya después averiguamos :)
Un abrazo
jaja...muy precavido el niño...
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