martes, 28 de febrero de 2017

Dialoguillos # 22

Una vez dentro del mismo tren del diálogo anterior. Alguien a mi espalda, un hombre (digamos):
             —¡Guau! ¡Qué ojazos! —ladrando e intentando mantener la compostura luego de ellos.
             —Gracias —susurró una voz femenina, de quien podía imaginar un rostro enrojecido por la vergüenza.
            —Es que uno nunca sabe lo que puede encontrarse en el transporte público —continuó él sin saber muy bien en verdad cómo hacerlo.
            —Ya te dije gracias, no insistas —sentenció la chica con voz un poco más firme.
           Quería reírme y todavía faltaba un largo trayecto hasta la estación siguiente.

8 comentarios:

José A. García dijo...

Muchos no entienden/entendemos las indirectas...

Suerte,

J.

la MaLquEridA dijo...

Los hombres menos jaja. Hay que hablarles directo al grano.


Saludos


(Te respondí por mail. Gracias. Sin problema por aquí).

mariarosa dijo...



Tal vez era un poeta incomprendido, la chica no estaba interesada en su lirismo poético sobre sus ojos.
mariarosa

Amapola Azzul dijo...

Me pregunto si se estará perdiendo el arte del piropo.

Besos.

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

yo tampoco acepto bien los piropos, será porque creo que no los merezco y me siento incómoda...besos.

José A. García dijo...

Malquerida: Comparto la opinión, las indirectas son tan difíciles de comprender...

María Rosa: Tal vez fuera un molesto o un pesado, sólo escuché parte del diálogo.

Amapola: Yo creo que sí, que se está perdiendo. Igualmente, ninguna mujer respondería ante nada semejante. Al menos así quiero creerlo.

Juana: La incomodidad es lo que prima en estas situaciones, de allí, imagino proviene la actitud de la chica.

Saludos,

J.

Celia dijo...

Me pregunto si el resto de los pasajeros sonreirían.
Un abrazo.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Parece que no captó el tono de voz
Saludos.