Una vez dentro del
mismo tren del diálogo anterior. Alguien a mi espalda, un hombre (digamos):
—¡Guau!
¡Qué ojazos! —ladrando e intentando mantener la compostura luego de ellos.
—Gracias
—susurró una voz femenina, de quien podía imaginar un rostro enrojecido por la
vergüenza.
—Es
que uno nunca sabe lo que puede encontrarse en el transporte público —continuó
él sin saber muy bien en verdad cómo hacerlo.
—Ya
te dije gracias, no insistas —sentenció la chica con voz un poco más firme.
Quería
reírme y todavía faltaba un largo trayecto hasta la estación siguiente.
8 comentarios:
Muchos no entienden/entendemos las indirectas...
Suerte,
J.
Los hombres menos jaja. Hay que hablarles directo al grano.
Saludos
(Te respondí por mail. Gracias. Sin problema por aquí).
Tal vez era un poeta incomprendido, la chica no estaba interesada en su lirismo poético sobre sus ojos.
mariarosa
Me pregunto si se estará perdiendo el arte del piropo.
Besos.
yo tampoco acepto bien los piropos, será porque creo que no los merezco y me siento incómoda...besos.
Malquerida: Comparto la opinión, las indirectas son tan difíciles de comprender...
María Rosa: Tal vez fuera un molesto o un pesado, sólo escuché parte del diálogo.
Amapola: Yo creo que sí, que se está perdiendo. Igualmente, ninguna mujer respondería ante nada semejante. Al menos así quiero creerlo.
Juana: La incomodidad es lo que prima en estas situaciones, de allí, imagino proviene la actitud de la chica.
Saludos,
J.
Me pregunto si el resto de los pasajeros sonreirían.
Un abrazo.
Parece que no captó el tono de voz
Saludos.
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