domingo, 11 de diciembre de 2016

Días de borrasca

El viento hacía vibrar los grandes ventanales del restaurante; el edificio, enclavado en medio de los cerros, como si fuera parte de esa postal, de esa fotografía publicitaria que sabemos hemos visto miles de veces siendo incapaces de identificar dónde se encuentra, se sostenía por obra y gracia de la terquedad humana. Las nubes se cerraban sobre sí mismas a lo largo del inmenso cielo que descubrían las alturas.
    Parecían no querer darse cuenta de ese juego, de esa tácita lucha entre el interior y el exterior, entre lo natural y lo artificial, entre una violencia y otra. Por otro lado, si lo hacían, si se percataban de aquello, lo disimulaban con un despliegue artístico tal que, su presencia allí, parecía una mera casualidad.
   Los restos del almuerzo se acumulaban en un rincón de la mesa aguardando a que los retiraran, el café humeaba en las tazas. Ninguno de los dos se atrevía a romper el silencio que los envolviera luego de las mínimas frases necesarias para ordenar la comida y, un poco antes de ello, los saludos de cortesía.
   Sabían por qué se habían citado allí, en ese momento y no antes (ni tampoco después), en ese lugar y no en otro, ellos (solamente ellos) y nadie más. El saberlo no lo hacía más fácil sino, al contario, tornaba más artificial toda aquella situación forzada hasta el último detalle.
   El café que se enfriaba en las tazas, el viento que continuaba golpeando contra los ventanales y el silencio, como una presencia más, entre ellos.
   —Dicen que el viento susurra sus secretos con mayor fuerza durante el otoño, pero los hombres lo confunden con presagios de tormentas —dijo, finalmente, uno de ellos para romper el silencio.
   Sus miradas se cruzaron brevemente, el sonido de sus palabras se perdía en la inmensidad del salón y el viento, allá afuera, continuaba bramando como si pudiera hacerlo por el resto de la eternidad.
   —Puede ser, quién sabe —respondió el otro.
   Las palabras, el resto de ellas, sobraban.

10 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Y tal vez sean ambas cosas, ser secretos revelados y también presagios de tormentas. Y a lo mejor las tormentas son otra forma en que secretos son revelados.
Se me acaba de ocurrir que esos dos que hablaban eran dos demiurgos.
Saludos.

la MaLquEridA dijo...

Los vientos desvelan sus secretos pero el hombre no ha aprendido a descifrarlos.



Un afectuoso saludo

Torcuato dijo...

Esos vientos traen información, si, pero hablan en ese lenguaje milenario que los hombres ya olvidaron.
Un abrazo, José

Recomenzar dijo...

Me encantan tus letras
como juegas con ellas dándoles forma hasta que el texto sale
un abrazo desde Miami

Ame dijo...

Secretos o presagios.
Me recordó una cita en un antiguo restaurante al que por años he ido.

Ese silencio que se antoja incómodo, las palabras saben bien que estàn sobradas, el viento fuerte afuera

Ame dijo...

Vaya. Mis disculpas. Perdí mi incompleto comentario. Pasarę luego a hacerlo pero desde el portàtil que el cel no me vayuda mucho
beso

Dyhego dijo...

El viento de otoño es curativo porque se lo lleva todo al olvido y a la muerte.

Frodo dijo...

Y justo me hiciste recordar el tema de Los Héroes del Silencio (si si, héroes y del silencio) que se titula "Días de borrasca"
https://www.youtube.com/watch?v=G3ZDX7fJAko

https://frodorock.blogspot.com.ar/2014/09/el-silencio-de-los-heroes.html

Abrazo!

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

el otoño me trae a mi fiel amiga la tristeza.... pero es el presagio del cruel invierno... el asesino de mi felicidad...
besos.

José A. García dijo...

Gracias por los comentarios.

En verdad no entiendo cómo de un texto tan oscuro y, por qué no, mal redactado, pueden ver tanta cosas interesantes.

Sin dudas saben leer mucho mejor que lo que escribo.

Nos leemos,

J.