domingo, 13 de noviembre de 2016

El peor de los azotes

He vivido, sin grandes problemas ni sobresaltos, la mayor parte de mi vida adulta en soledad. Es cierto que habito en una casa grande, enorme dirán otros, que podría albergar a una familia numerosa, si así me lo propusiera. Pero, salvo contadas visitas ocasionales para subsanar naturales apetencias, esa soledad, de la cual no me arrepiento, continuó siendo mi predilección. Somos seres gregarios, lo sé, pero a veces debemos ser nosotros mismos, cosa que se logra en soledad.
            Y fui yo mismo por mucho tiempo. Pero, como sucede siempre que la paz y algo que podría llamarse felicidad, nos rodea, las condiciones cambiaron de modo un tanto inesperado. Siendo feliz como lo era, y encontrándome en paz conmigo mismo como lo estaba, difícil resulta argumentar que ese cambio haya sido, en modo alguno, para mejor. Más bien, y como no podía ser de otro modo, fue lo contario.
            Un leve crujir en las maderas del suelo, en el piso inferir de la casa mientras me encontraba ocupado en mis quehaceres, fue la primera señal. Golpes sordos, apagados, como cosas que caían sobre las viejas y gastadas alfombras de las habitaciones, le siguieron a los pocos días. Restos de comida donde antes no había nada y olores rancios y nauseabundos que cambiaban el aire siempre húmedo de la casa, se sumaron más tarde. Detalles que dejaron de ser aislados convirtiéndose en algo habitual e  interrumpiendo mi existencia.
El miedo que me producía en encontrar con estos cambios me llevó a dejar de vagar libremente por la casa; dudaba de cuanto veía y escuchaba. Permanecía durante horas en un mismo rincón asegurándome que todo permanecía en silencio y en la más perfecta quietud, antes de ir de un extremo al otro. Limitaba mis paseos por la casa previendo cualquier situación problemática que prefería evitar.
            Imposible negar que mi vida estaba cambiando. Los ruidos, los roces sobre el yeso de las paredes, pasos pequeños, cortos pero rápidos en las habitaciones que esperaba encontrar vacías, lograban hacer que mis nervios se estuvieran siempre a flor de piel. De aquella tranquilidad a la que me encontraba habituado apenas quedaba el recuerdo; continuar viviendo en semejante situación se volvía intolerable. Me sentía cada día más rodeado, más cercado por los ruidos, por las presencias que se intuían pero nunca se dejaban ver. Sabía que allí estaban, se hacían notar, durante el día y, para peor, también durante la noche.
            Tuve que hacerme a la idea de que había perdido mi hogar. Algo que había sabido desde el primer día, desde el primer crujir de las maderas; pero me negaba a aceptarlo, como cualquiera se negaría a aceptar una derrota sin haber presentado antes batalla. Sabía que cualquier cosa que intentara sería por demás inútil; la casa estaba infectada, desde los sótanos hasta la buhardilla en la que tanto me gustaba contemplar el atardecer. La casa había dejado de pertenecerme, debía irme, alejarme y buscar otro lugar donde pasar mis últimos años.
       Cualquier confirmaría que en estos casos lo mejor es poner la mayor distancia posible entre alguien tan pequeño y solitario como yo y esa plaga tan terrible que ocupaba mi antiguo hogar. Aunque me dolía desde lo más profundo de mi ser, nada podía hacerse frente a una invasión semejante de humanos.

17 comentarios:

José A. García dijo...

Seguramente, en su lugar, habria hecho lo mismo.

Nos leemos,

J.

Recomenzar dijo...

Me encanta leerte no opino porque sería destruir todo lo bello que creas
felicitaciones

Dyhego dijo...

Lo que le hace falta a la casa es una buena gata cazadora. ¡A la porra con los roedores!
Muy simpáticos en los dibujos animados, pero en la realidad no.

thor dijo...

En lo personal, creo que las ratas o roedores conocidos como ratones pueden ser grandes personajes en un relato de terror; aunque creo que más terror le causamos nosotros

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Creo haber leído este relato.
Brillante giro argumental el final

serafin p g dijo...

Lindo relato José! me trajo a la memoria algunas vivencias personales, con ruidos rodeantes a los que uno se acostumbra por vivir en una pila de cajas, y de tanto ignorarlos unos en particular finalmente fueron anunciantes de la invasión.
salute!
Sera

Frodo dijo...

Tiene algo de Poe y algo Cortazariano a la vez. Me gusta.
La sorpresa del final la arruiné yo, porque apenas entré en tu blog vi la imagen, y apenas empecé el ralto sabía de que iba.
Esos bichos pueden ser amos y dueños de una ciudad, yo no me les animo. Los tengo por más fuertes que un león.

Abrazo!

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

los humanos lo jodemos todo....
un beso

Nino dijo...

Buenos días, J:
He disfrutado del estímulo de la lectura de tu relato, y me ha llamado sobremanera la atención tu habilidad para describir la atmósfera de la casa.
Lamento que mis limitaciones informáticas me impidan prolongar mi presencia lectora por el momento. Pero a diferencia del roenarrador de tu relato, haré de tu blog un punto de reánimo en mi deambular peregrino.
Un abrazo, J.

Martha Barnes dijo...

Nunca vi ratones en "patota"pero el de la foto me parece adorable .Martha

Martha Barnes dijo...

Yo hice un comentario a favor de los roedores ,que a parte de ser unos animalitos que hacen lo que su naturaleza los impulsa, ,porque no se crearon solos, Entiendo que están demás entre nosotros , pero ,sin encontrar la solución, ellos no tienen opción ni culpa.Por lo menos no los odien y si los matan que sea una muerte lo mas piadosa posible. Martha

gla. dijo...

A veces me siento rata...me escondo dentro de mi...me alejo de todos (soy una rata)
Abrazos

la MaLquEridA dijo...

De humanos a ratones si se trata de preferir, me quedo conmigo mismo. Es mejor, mucho mejor.



Un saludo

mariarosa dijo...


¡¡Ay que bueno!!

No me esperaba es final, me sorprendió. Pobre lauchita que se quedó sin casa y ahora quién podrá salvarla...?

Felicitaciones José, es un cuentazo.

mariarosa

Martha Barnes dijo...

|!SI FUERAS LAUCHA ,NO TENDRÍAS GANAS DE HACER JUEGO DE PALABRAS.NOS PODRÍA´´HABER TOCADO A LOS HUMANOS HABITAR OTRO MUNDO DISTINTO AL QUE PISAMOS,Y OCUPAR EL LUGAR DE LOS ROEDORES Y ESTARÍAMOS ,QUIZÁ EN LA MISMA SITUACIÓN,JAJA, DIMINUTOS Y A MERCED DE LOS QUE NOS DETESTAN. MARTHA

José A. García dijo...

Como siempre, gracias por las visitas, las lecturas y, por supuesto, por sus comentarios. Ellos son lo más importante que tiene éste blog.

Nos leemos.

J.

Ame dijo...

Me recordó la película "Los otros", ¿la has visto?
Excelente relato, a veces hasta entre nosotros mismos sentimos temor al ser humano, imagina ...

Un beso, José