—Es peligroso mirarte a los ojos —dijiste luego
del largo, y pretendidamente eterno, atardecer, mientras la noche avanzaba
ocultando las estrellas—. Quizá mi cordura no lo resista.
Sonreí
sin entender, sin intentar comprender de lo que hablabas. Sonreí. Creía que de
ese modo sería más fácil proponerte algunas de las miles de ideas en las que pensaba
sin utilizar las tan gastadas palabras de siempre. Un gesto, o cualquier otra
cosa, podría ser más que suficiente. Claro que no podía saberlo si haberlo
hablado antes.
Tarde
acabé percatándome que, esa frase, que simulaba tanto azar, formaba parte de un
cálculo sumamente complejo, encontrándose dentro de un plan tan maestro como
siniestro del cual ambos formábamos parte. Un plan por el cual pretendías
hacerme creer que era quien tomaba las decisiones cuando, en verdad, en todas
las cuestiones siempre contaba con tu aprobación o tu rechazo; tácito,
implícito, directo o por aproximación, lo mismo daba. Nada de cuanto sucedía
escapaba a tu control. Incluso los más minúsculos detalles estaban calculados.
Ni
siquiera mis propias palabras eran, lo sé ahora, mías.
Lo
demás, todo lo demás (y cuando digo todo lo demás me refiero, precisamente, a
todo lo demás) llegó luego de ese primer encuentro en que pronunciaste las
palabras exactas para llevarme a pensar que era posible, que podría convertirse
en realidad. Lograste que creyera que éramos capaces de construir un universo
nuevo, único e irrepetible; sin uso, y sólo para nosotros. ¿O era consumir? Los
verbos, la mayor parte del tiempo, se me confunden.
Claro
que, para ese entonces, era tarde. Nada tenía que ver el que tu cordura hubiera
sido incapaz de resistir a mis ojos, sino que, bien al contrario, eran mis ojos
los que se habían perdido en tu locura. Tal vez para siempre, si es que tal
cosa existe, claro.
14 comentarios:
Ciertas palabras nunca deben de ser pronunciadas.
Saludos,
J.
Una forma muy astuta de manipular.
Y que depresivo que no siquiera la manipulación haya podido crear algo especial, por la perdida de la locura.
Bien escrito.
Gracias, como siempre, Demiurgo. Ahora, tu última afirmación no sé si será siquiera cierta en parte.
Suerte,
J.
Hay que buscar las palabras adecuadas. Con un diccionario a mano es más fácil.
Ese consumo desaforado nos ha captado a todos. Somos miembros de la secta más grande jamás creada. Me voy a comprar....Saludos.
Quizá por eso dicen que los ojos son abismos...
Claro que existe. Besos.
No sabes cómo te entiendo...
Un abrazo.
me deleito con tu forma de escribir
Hay personas que hacen del camelo o chamuyo, como mejor te guste, un arte, el tema es darse cuenta a tiempo.
mariarosa
escribes maravilloso
Lo leí con ritmo de poema. Casi como que repartí la prosa del relato en versos, y creo que al releerlo me di cuenta que tiene bastante de eso, por las sensaciones que me dejó: los ojos como espejos, la cordura que no resiste, lo que nos excede, lo que nos consume, lo que nos manipula, todas sensaciones.
Me gusta que en el final se da vuelta.
Muy bonito
Abrazo
Muy inteligente; mire cómo sabe manipular el texto y venderlo como una historia de amor ;)
Saludos, siempre un placer pasar por aquí a leer.
Gracias por las visitas y comentarios, como siempre, resultan lo más interesante del blog.
Nos estamos leyendo.
Saludos,
J.
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