domingo, 18 de septiembre de 2016

Mis vivencias metaliterarias

En los orígenes (míos (si, en plural)), solía considerarme algo así como una versión masculina, además de carente de gracia, de la pequeña Dorothy buscando el camino de regreso al hogar a lo largo y a lo ancho de la extraña tierra de Oz. El único inconveniente era mi incapacidad a la hora de hallar mi propio camino, quizá porque sabía que no había un hogar al cual regresar. Reconozco que el esfuerzo por encontrarlo (el camino y el hogar al final de él) tampoco fue tanto, era más bien una cierta inercia de algún movimiento comenzado milenios antes y que, justamente en mí, comenzaba finalmente a agotarse.
            Con los años fui creciendo (aquí debería de ser un poco más específico, pero tampoco creo que sea necesario, también necesitaba alejarme de la canción que utiliza ésta misma frase, se entiende), volviéndome viejo y mucho menos imaginativo en algunos aspectos importantes (según los otros) de la vida. Ante realidad semejante, nadie dudó en comentar mi parecido con el espantapájaros, quien buscaba obtener un cerebro y ser, de esa manera y al menos en apariencia, inteligente. Claro que la academia se negó siempre a entregarme uno de sus títulos mientras no pudiera acreditar cómo había obtenido mis conocimientos. Pero Estudiando, perejil, no era la respuesta que buscaban.
            En otro tipo de cuestiones (por esa misma época, tal vez también un poco antes y un poco después), me consideraba a mí mismo el león sin valor. Porque nunca me decidía a mostrar mis colmillos ni mis garras para defender lo que por derecho o conquista (o derecho de conquista en algunos (contadísimos) casos), se suponía que era mío. Tampoco es que me dejara pisotear, sino más bien dejaba que se hicieran las cosas del modo que más perjudicial resultaba a mis propósitos. Claro que, del león, ni siquiera la melena.
            El camino nunca dejaba de extenderse. Tanto que luego de un tiempo que no podría poner en palabras (para que no se me señale como alguien demasiado viejo para esto), comencé a sentirme como el hombre de hojalata que buscaba, entre otras numerosas cosas, un corazón propio. Aquí no importaba mucho la calidad del mismo, ni la manera de conseguirlo, con tal de que no volvieran a quitármelo. Creía (creo), que era lo único que me faltaba (falta (faltará)) para estar, por decirlo de algún modo, completo. En este caso se contaban con los dedos de una mano, mutilada, la cantidad de personas dispuestas a ayudar (como siempre, porque para qué continuar mintiéndonos).
            Podría haberme sentido también un poco como el Mago. Después de todo era un hombre perdido en tierra extraña, solo, aislado, separado de quienes le rodeaban y sin medios para regresar quién sabe dónde (dudo que él mismo lo supiera antes de encontrarse con Dorothy). Pero mi lugar de pertenencia, como dije antes, nunca fue algo de mi predilección, así como mi magia nunca superó la etapa de la destrucción (que no construcción) de ilusiones propias y ajenas. Casi siempre de estas últimas.
            Por lo que, luego de tanto caminar, viendo que los ladrillos no siempre fueron del todo amarillos, tengo por seguro que nunca sabré qué demonios se esconde del otro lado del arcoiris. Y, de lo que nunca podré dudar, es que incluso Totó, la mascota de Dorothy, es un ser más noble en sus acciones que lo que jamás lograré ser.


El perro no quiso salir en la foto...

13 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Por lo que planteaste, te podrías parecer más al mago.
O tal vez yo crea que yo me parezca más al mago.

José A. García dijo...

Si pudiera llegar a fin de mes con mi sueldo también me consideraría un poco más como el Mago...

Gracias por el comentario!

J.

la MaLquEridA dijo...

No eres como ninguno de ellos. Eres el personaje de tu cuento pero nadie te ha escrito.




Un abrazo

Martha Barnes dijo...

Dejando de lado lo que parece o no parece ,las semejanzas ...Esta película la he recordado toda mi vida,y lo único que seó es que su fantasía y su magia me envolvió siempre,El resto es terrenal y puede discutirse,o no...Cariños Martha

Raúl Ógar dijo...

Lo que uno cree que es no es exactamente lo que es. Y lo que ven los demás depepende de cada quién. Los que importa, creo, es ser fiel a sus ideales. No siempre se en cuentra el camino de ladrillos amarillos, pero pensá que Dorita lo cambió por tres golpes de talones.
Salodos.

Celia dijo...

A lo largo de la vida somos tantos que da vértigo. Difícil viaje, y más hoy día.
Un abrazo.

Geraldine, dijo...

Sigo pensando que algo siniestro hay escondido en esa historia, un gusto leerte como siempre...no sos el único que no puede llegar a fin de mes...beso enorme!

LA ZARZAMORA dijo...

Yo tampoco sabré qué demonios se esconde detrás del espejo de Alicia... ni cómo detener al malvado tiempo, pero siempre podremos escribir lo que no seremos, ¿no? y ya es todo un arco iris.
;)

Un abrazo, José A García.
Y un placer leerte.

Recomenzar dijo...

ne gusta lo que trasmiten tus letras

BEATRIZ dijo...

Una buena metafísica de la empatía que dicen se logra experimentar leyendo novelas. Personalmente me ha gustado tu insight del Mago de Oz.

Saludos.

Frodo dijo...

Entonces (por descarte (y como en esas historias con moralejas en donde el premio es la búsqueda del premio) vos sos el mismísimo arco iris.

Abrazo!

http://frodorock.blogspot.com.ar/2013/06/arcoiris-que-suelo-escuchar.html

mariarosa dijo...


Que buen trabajo José, no recuerdo mucho del mago de Oz, pero lo que tengo claro, espero que sea claro, era un cuento que hablaba de la búsqueda, uno busca un corazón, otra su hogar, pero todos buscan algo, y también lo importante que es la amistad. de la amistad.

Espero que tu camino se acorte y encuentres la quimera buscada,no se si te ofendo al decirte que tus textos me divierten, pero es verdad.

mariarosa

gla. dijo...

Es difícil llegar a fin de mes...para todos...a menos que...ya sabes seas ese alguien privilegiado que no tiene conciencia ni vergûenza para hacer lo que tenga que hacer
Abrazos