lunes, 18 de abril de 2016

Cuando el tiempo era Tiempo

Inesperadamente, aunque era algo que intuíamos que sucedería, las nubes que cubrieran el cielo durante semanas se abrieron de par en par. Dejaron al descubierto lo que nunca hubiéramos esperado ver, ni siquiera en las peores pesadillas de los más psicóticos de nosotros. Del otro lado de las nubes, donde ansiábamos encontrar las mismas estrellas de siempre en el lugar que ocuparan hasta la llegada de las nubes, no había nada.
            Y cuando digo nada, me refiero a la nada misma. Una nada que ni siquiera servía como explicación a los últimos resplandores de un sol inexistente. Solo quedábamos nosotros, los satélites nos decían que fuera de la tierra, no había nada más allá de la estación espacial internacional abandonada décadas atrás.
Sólo vacío, ausencia, silencio y, tal vez también, muerte, como no podía ser de otro modo.
            La luz menguaba lentamente; la oscuridad se acercaba y, con ella, su carga de primitivos simbolismos incuestionables. ¿Qué haríamos después?, preguntábamos negándonos a acometer la cuestión más grande que era saber si existiría un después entre las tinieblas y el silencio.
            Incluso las palabras fallaban, pues poco quedaba por ser dicho. La luz se había extinto, la vida, para qué dudarlo, seguiría por el mismo camino; y lo único que me quedaba eran las mismas dudas que me acompañaran a lo largo de toda mi vida y que no me dejarían siquiera cuando me internara en el olvido de la nada.
            Sólo quedaba el silencio y nada más.
            El final estaba aquí. Jugar con la corriente del espacio-tiempo tiene un precio, ahora lo sé, pero ya es tarde; ahora cierro mis ojos, pues nada queda para ser mirado.

8 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Parece que planteaste una idea demasiado inquietante, porque nadie comentó.
No creo que se haya esfumado todo lo demás, sino que el planeta fue expulsado.
Tal vez por un accidente cosmico, rarezas de la materias oscura, del tiempo-espacio o alguna sanción.
Saludos, colega demiurgo

mariarosa dijo...


Nada de nada y ahora quién podrá salvarnos.

Parece una de esas historias de la dimensión desconocida, solo falta la música que intensificar el miedo.

mariarosa

Martha Barnes dijo...

Es impensable que no haya NADA!!!Si fuera esa la verdad , la vida seria una cachada sin sentido. Martha

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Es cierto, parece un capítulo de La dimensión desconocida. Me recuerda el capítulo en que el odio hace que sea de noche permanentemente, intensificandose la oscuridad según aumenta el odio.

la MaLquEridA dijo...

No puedo leer la mitad del texto. La otra mitad está cubierta por un anuncio de teléfono celular que no puedo desaparecer. Lo lamento.


Un abrazo

censurasigloXXI dijo...

No acabo de entender los motivos de temor al vacío... bueno, más que al vacío a la Nada. Mi cerebro, el pobre, no entiende la no-existencia, pero el no entender, muy propio de los humanos, no implica el temer.

Muy interesante esa voz de los planetas, al igual que algunos "extraños humanos de grandes capacidades, o al menos eso dicen ellos", la voz de los planetas solamente susurra melodías maravillosas.

Un abrazo, compañero. Gracias.

Ah, en el texto ponía que la tablilla era de hace 3.700 años.

BEATRIZ dijo...

Es un relato bien planteado, nihilista que se aferra al todo humano. Solo así se justifica la nada.

Saludos

serafin p g dijo...

Lo peor de terminar en la nada, es terminar.

buen relato José!

saludos!