jueves, 17 de marzo de 2016

Error # 15 (Ardor)

Hace mucho, pero mucho tiempo, en una lejana época llamada “el mes de diciembre”, decidimos, junto con Serafín participar en un concurso de cuento ilustrado organizado por una revista digital. Las bases eran simples, un cuento de unas 500 palabras y una ilustración que lo acompañara, por lo que sabiendo que a veces mis palabras pueden fallar pero sus dibujos nunca lo hacen, ¿qué mejor opción?
            Por supuesto que participamos, con el brillante trabajo que ahora van a ver. Y el por qué de su publicación en el blog es porque, evidentemente, no fuimos seleccionados. Pero eso no nos impide el mostrarles a ustedes nuestro trabajo, para que lo vean, lo aprecien y no muera perdido en la vorágine de archivos de computadora que fácilmente pueden eliminarse y no siempre por culpa de un descuido.
            Otros trabajos que hemos realizado con Serafín son, una adaptación de un cuento muy breve de Alejandra Pizarnik llamado “Devoción” (que pueden ver aquí)  y la historieta Buhonero, que se publicó en el número 28 de la revista Próxima de Ciencia Ficción y Fantasía (de la que hablamos aquí)
  
Ardor:

A media mañana decidió darle importancia, llevaba horas intentando ignorarlo, pero cada vez se le volvía más y más difícil mantenerse imperturbable frente al resto del personal. Nuevamente le ardía el pecho, de la misma manera que ayer por la tarde, y varios días de la semana anterior. Y, si se remontaba en el recuerdo, como venía haciéndolo en los últimos meses cada vez con mayor insistencia. Ardía de tal manera que le impedía sostener cualquier pensamiento, cosa que, sumada a la irritación permanente de la piel lacerada por el constante roce, anulaba cualquier intento de concentración.
            Acomodó su ropa queriendo creer que de ese modo aliviaría la molestia, sabiendo de antemano que de nada serviría, como no lo había hecho en ninguna de las veces anteriores en las que se movió y removió en su incómoda silla. El problema seguiría hasta que pudiera rascarse entre los pectorales, directamente sobre la piel que imploraba por un descanso. Entonces, y sólo entonces, podría volver al trabajo. Al menos por un breve tiempo, hasta que esa presencia invisible pero constante en que se convirtiera el ardor se hiciera imposible de negar.
Se levantó de su escritorio para dirigirse al baño exclusivo de ejecutivos quitándose, con el mismo movimiento, el saco que quedó apoyado, como por casualidad, en el respaldo de la silla. La irritación podía más que él, aún así, se esforzó para no correr con desesperación por el alfombrado pasillo. Mantener la compostura continuaba siendo una de sus prioridades, en sudor que cubría su cuerpo y la tensión que endurecía sus músculos, eran temas por completo diferentes.
Una vez allí, solo, ajeno a las miradas inoportunas, abrió su camisa frente al espejo haciendo a un lado la corbata. Contempló su irritado pecho, la piel enrojecida con pequeñas líneas allí donde la sangre se abriera paso siguiendo el camino de sus uñas como cicatrices en formación que no se decidían sin cerrarse o continuar como heridas abiertas por un tiempo más. Humedeció sus dedos y comenzó el proceso de frotado sobre la zona lastimada sumando poco a poco más presión y velocidad, apenas percatándose del cambio cuando las uñas reemplazaron a las yemas de los dedos.
Le desesperaba sentir tanto ardor, tanta molestia, tanto desgarro interior, como si su corazón fuera a salirse por entre las grietas que se abrían en su piel. Por suerte, por el momento, lo único que se escurría por ellas era sangre, formando pequeños caminos carmesíes hacia su estómago, amenazando con mancharle los pantalones y la camisa.
La sangre fluía junto a los minutos que llevaba allí dentro sin que el ardor cambiara en lo más mínimo, sin aumentar en su intensidad pero tampoco sin disminuir.
            Ardía, con tanto dolor, que había dejado de pensar en volver a la oficina, al escritorio, al saco sobre su piel y continuar trabajando como si nada en la maldita computadora. Quería solamente continuar frotándose el pecho hasta entender si esa cosa dura, un poco blancuzca, un poco grisácea, que comenzaba a distinguirse entre los retazos de su piel y la sangre, sería la causa de tantas molestias.
            Necesitaba, tan sólo, tomarla entre sus dedos, sentirla en su mano, y jalar de ella, con fuerza, una vez.
            Si, una vez sería más que suficiente.

4 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Me gusta, intrigante. Desesperante la situación del personaje. Y la ilustración es la adecuada para el relato.

Martha Barnes dijo...

Este caso me recordó a el político,escritor , Marat,,1979, que se metía en la bañera desde donde escribía, obligado por los fuertes picores que sufría,,CARIÑOS Martha

censurasigloXXI dijo...

¡Uf! ¡Qué picores me han entrado!
Una cosa dura y gris en el pecho??? Me muero del susto.

Me ha faltado el inicio con tu comentario personal, muchas veces da pistas sobre tus textos; hay que decir que la historia es buena y el dibujo me encantó, el final abierto es genial en ese punto. Voy a leerme los otros dos relatos.

Un abrazo y tu cafelito de hoy.

mariarosa dijo...


Me gustó el cuento y la ilustración es muy buena.

Pero cuando uno manda a concursos tiene que hacerse a la idea que según el que te toque y su forma de pensar y analizar va ser el resultado. El años pasado me rechazaron un cuento en el concurso; "Mujica Lainez" de municipalidad de S. Isidro ,por no tener el interlineado correcto.En la primer lectura mandaron un email avisando, fuera de concurso. Mientras que a una amiga que no había controlado el mismo tema se lo aceptaron. Es según quién te toca en la selección.

mariarosa