Hace mucho, pero mucho tiempo, en una lejana
época llamada “el mes de diciembre”, decidimos, junto con Serafín participar en un concurso de cuento ilustrado organizado por una revista
digital. Las bases eran simples, un cuento de unas 500 palabras y una
ilustración que lo acompañara, por lo que sabiendo que a veces mis palabras
pueden fallar pero sus dibujos nunca lo hacen, ¿qué mejor opción?
Por
supuesto que participamos, con el brillante trabajo que ahora van a ver. Y el
por qué de su publicación en el blog es porque, evidentemente, no fuimos
seleccionados. Pero eso no nos impide el mostrarles a ustedes nuestro trabajo, para
que lo vean, lo aprecien y no muera perdido en la vorágine de archivos de
computadora que fácilmente pueden eliminarse y no siempre por culpa de un descuido.
Otros
trabajos que hemos realizado con Serafín son, una adaptación de un cuento muy
breve de Alejandra Pizarnik llamado “Devoción” (que pueden ver aquí) y la historieta Buhonero, que se publicó en el número 28 de la revista Próxima
de Ciencia Ficción y Fantasía (de la que hablamos aquí)
Ardor:
A media mañana decidió darle importancia,
llevaba horas intentando ignorarlo, pero cada vez se le volvía más y más
difícil mantenerse imperturbable frente al resto del personal. Nuevamente le
ardía el pecho, de la misma manera que ayer por la tarde, y varios días de la
semana anterior. Y, si se remontaba en el recuerdo, como venía haciéndolo en
los últimos meses cada vez con mayor insistencia. Ardía de tal manera que le impedía
sostener cualquier pensamiento, cosa que, sumada a la irritación permanente de
la piel lacerada por el constante roce, anulaba cualquier intento de
concentración.
Acomodó
su ropa queriendo creer que de ese modo aliviaría la molestia, sabiendo de
antemano que de nada serviría, como no lo había hecho en ninguna de las veces
anteriores en las que se movió y removió en su incómoda silla. El problema
seguiría hasta que pudiera rascarse entre los pectorales, directamente sobre la
piel que imploraba por un descanso. Entonces, y sólo entonces, podría volver al
trabajo. Al menos por un breve tiempo, hasta que esa presencia invisible pero
constante en que se convirtiera el ardor se hiciera imposible de negar.
Se levantó de su escritorio para
dirigirse al baño exclusivo de ejecutivos quitándose, con el mismo movimiento,
el saco que quedó apoyado, como por casualidad, en el respaldo de la silla. La
irritación podía más que él, aún así, se esforzó para no correr con
desesperación por el alfombrado pasillo. Mantener la compostura continuaba
siendo una de sus prioridades, en sudor que cubría su cuerpo y la tensión que
endurecía sus músculos, eran temas por completo diferentes.
Una vez allí, solo, ajeno a las
miradas inoportunas, abrió su camisa frente al espejo haciendo a un lado la
corbata. Contempló su irritado pecho, la piel enrojecida con pequeñas líneas
allí donde la sangre se abriera paso siguiendo el camino de sus uñas como cicatrices
en formación que no se decidían sin cerrarse o continuar como heridas abiertas
por un tiempo más. Humedeció sus dedos y comenzó el proceso de frotado sobre la
zona lastimada sumando poco a poco más presión y velocidad, apenas percatándose
del cambio cuando las uñas reemplazaron a las yemas de los dedos.
Le desesperaba sentir tanto ardor,
tanta molestia, tanto desgarro interior, como si su corazón fuera a salirse por
entre las grietas que se abrían en su piel. Por suerte, por el momento, lo
único que se escurría por ellas era sangre, formando pequeños caminos carmesíes
hacia su estómago, amenazando con mancharle los pantalones y la camisa.
La sangre fluía junto a los minutos
que llevaba allí dentro sin que el ardor cambiara en lo más mínimo, sin
aumentar en su intensidad pero tampoco sin disminuir.
Ardía,
con tanto dolor, que había dejado de pensar en volver a la oficina, al
escritorio, al saco sobre su piel y continuar trabajando como si nada en la
maldita computadora. Quería solamente continuar frotándose el pecho hasta
entender si esa cosa dura, un poco blancuzca, un poco grisácea, que comenzaba a
distinguirse entre los retazos de su piel y la sangre, sería la causa de tantas
molestias.
Necesitaba,
tan sólo, tomarla entre sus dedos, sentirla en su mano, y jalar de ella, con
fuerza, una vez.
Si,
una vez sería más que suficiente.
4 comentarios:
Me gusta, intrigante. Desesperante la situación del personaje. Y la ilustración es la adecuada para el relato.
Este caso me recordó a el político,escritor , Marat,,1979, que se metía en la bañera desde donde escribía, obligado por los fuertes picores que sufría,,CARIÑOS Martha
¡Uf! ¡Qué picores me han entrado!
Una cosa dura y gris en el pecho??? Me muero del susto.
Me ha faltado el inicio con tu comentario personal, muchas veces da pistas sobre tus textos; hay que decir que la historia es buena y el dibujo me encantó, el final abierto es genial en ese punto. Voy a leerme los otros dos relatos.
Un abrazo y tu cafelito de hoy.
Me gustó el cuento y la ilustración es muy buena.
Pero cuando uno manda a concursos tiene que hacerse a la idea que según el que te toque y su forma de pensar y analizar va ser el resultado. El años pasado me rechazaron un cuento en el concurso; "Mujica Lainez" de municipalidad de S. Isidro ,por no tener el interlineado correcto.En la primer lectura mandaron un email avisando, fuera de concurso. Mientras que a una amiga que no había controlado el mismo tema se lo aceptaron. Es según quién te toca en la selección.
mariarosa
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