Su voz era como una suave e hipnótica melodía
de piano. Algo que comenzaba muy bajo, casi en el umbral de lo auditivo, para
ir haciéndose más y más presente, si querías escuchar, por supuesto. Pero sólo
eso. Tenue, muy leve, tanto que si alguien hablaba a lo lejos, un teléfono
sonaba en una habitación vacía, o las nubes chocaban entre sí antes de una
tormenta de verano, sus palabras se perdían. Suave, hipnótica, su voz, como un
piano.
Comenzaba
y ya no queríamos dejar de oírla, por el resto de nuestra vida y todo lo que
pudiera venir después. Su ausencia era el inicio de la desesperación. Un vacío
que señalaba su falta de tal forma que nada, ni nadie, era capaz de cerrarlo,
ni siquiera el azar. Un vacío tan grande como la vida y la muerte antes y después
de ella; o quizás un poco más grande, si es que tal medida de escala sirve de
algo, cosa que, en verdad, lo dudo.
Existió
un pueblo, hace mucho tiempo, tanto que es falso calendario que nos domina en
la actualidad, ni siquiera había sido creado aún, que creía que esa voz, esa
melodía, ese piano, era el origen del universo. Decían que de allí surgía cada
ínfima o gigantesca mota del universo. Ellos nunca conocieron el piano, pero
así lo creían. Nunca los conocí, a no ser por referencias perdidas al pie de
ciertas páginas en textos tan aburridos como los míos, pero creo que tenían
razón.
El
origen es una melodía. Nosotros podemos alterarla mínimamente porque continúa
cuando nosotros ya hemos recorrido nuestro paso por su partitura. Continúa.
Siempre. Por siempre.
Quizá
sea, al igual que el inicio, el final de la existencia. Y, si lo es, porque
quienes en ella creen evitan hablar de un posible final, no quiero estar allí
cuando se detenga. No quiero estar
presente cuando su voz sea un eco cada vez más lejano que va muriéndose como
mueren todos los sonidos que se apagan en oídos cada día más sordos. No lo
quiero, no.
7 comentarios:
¿Que pasaría si un músico improvisando, por azar descubriera la melodía que desencadena o el fin o la escala que dio origen a un principio?
Como si estuvieras solo. Tú el único habitante del planeta. El sonido de las notas a lo lejos. Caminas buscando su origen sin encontrarlo. Tú en solitario a dos manos.
Saludos
!Sos un poeta!!!!Martha
Hola José.
Yo tampoco quiero estar ahí.
Me ha gustado la idea de ese pueblo, todo lo que no se ha creado puede resultar maravilloso porque podemos imaginarlo a nuestro antojo. Y podemos imaginar lo que sintieron ante esa melodía de piano. No importa que no lo hayas conocido, o quién sabe si en otra vida pasaste por allí. Si es que existe otra vida, todo es tan dudoso (como mi comentario jaja)
Me gusta el título del blog.
Un abrazo
Me hiciste recordar a mi padre
Un beso
Este texto tiene magia, José, me gustó.
También me gusta cómo usas las subordinadas.
Un placer.
Y un abrazo.
HD
Todo es música. Hasta el mismísimo silencio.
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