La alegría, la verdadera alegría, se acaba
pronto en nuestra vida. Tan o más rápido como comenzamos a comprender los
mensajes emitidos por todos los medios posibles. Mensajes más o menos sutiles
que nos enseñan a consumir, a acumular, a tener cada día más cosas que poco nos
ayudan en nuestra vida. Más y más cosas que nunca harán nada por nosotros, pero
nosotros nos pasaremos hasta el último suspiro ansiando tener más y más. Nos
desvivimos por simples objetos, inertes e inocuos, que sirven tan sólo para
aparentar.
Nos
educan haciéndonos creer que seremos especiales en la medida que nunca cejemos
en nuestro afán por consumir para que la rueda continúe su movimiento. Y las
modas pasan tan rápido que ni siquiera llegamos a saber para qué demonios sirve
cada una de las cosas que compramos siguiendo los códigos en un catálogo
digital, que eso mismo ya no nos atrae en lo más mínimo. Aún no terminamos de
pagar las infinitas cuotas a plazos fijos de un objeto que inmediatamente otro
ocupa nuestro horizonte volviendo obsoleto al anterior.
A
mayor consumo, más especial eres. Pero, si no consumes, te vuelves un paria, un
extranjero, un extraño que no acompaña al progreso de la industria del olvido
de la especificidad humana.
Nos
hacen creer que seremos capaces de salvar al mundo, que alguien nos elegirá por
sobre los millones de humanos con los que compartimos la existencia, que somos
únicos, los elegidos, los indicados, para hacer lo que nadie más que nosotros
puede hacer. Un crédito hipotecario, un préstamo a tasa variable, son las cosas
más extremas que llegaremos a hacer, y estaremos atados a ellos de por vida.
Las
capas y las espadas, los cinturones llenos de adminículos supertecnológicos, apenas
son juguetes. La vida no puede ser eso que nos muestran porque todo es falso.
Nos quitan la alegría dejándonos la fantasía de creer que algún día alguien, o
algo, se fijará en nosotros y todo cambiará para bien pero sin el menor
esfuerzo de nuestra parte. Nos dicen que nuestras vidas son grises y patéticas
y que por eso necesitamos ser salvados; pero no nos dicen que son ellos lo que
nos han colocado en ese lugar, ni que fuimos nosotros quienes se lo permitimos.
Dicen
muchas cosas, callan muchas más.
10 comentarios:
Nos mienten y les creemos. Esa es la peor parte. Nos acostumbramos y, después, ¿para qué hacer algo diferente?
Suerte
J.
Una idea inquietante, colega demiurgo. Y además verosimil.
Y ya que también soy demiurgo, agrego más. ¿Que tal si los que planean todos esos engaños son utilizados por alguien o algo más?
¿Quién manipula a los manipuladores?
Es una pregunta inquietante...
Saludos
J.
¿Quién? Ellos mismos o, lo que es lo mismo, todos nosotros. Tal vez la respuesta es que es una espiral que se retroalimenta. Una espiral de supervivencia. De supervivencia de la espiral...
A veces siento que la fecicidad está camuflada por esa voracdidad consumista, tan fugaz... Un abrazo.,
!Todo lo que escribiste es absolutamente cierto,,,pero,,a medida que uno crece,llega a un punto donde ve otras cosas que son mas importantes que "juntar" lo que sea .Te das cuenta que lo que realmente tiene valor ,es vivir en paz y tener salud,,,y eso significa una existencia sin sobresaltos y cómoda para recorrerla ,y por último !No lo sabemos ,pero debe haber una razón para todo!!!!,,,Cariños Martha
Mirar alrededor y comprobar que sin todos esos objetos obsoletos y llenos de polvo se hubiese vivido muy bien. Efímera ilusión de ponerse a la altura de los demás como si los demás tuvieran altura.
Un abrazo
Hay una frase, creo que eran los anarquistas que decía: consume más y vivirás menos. Y un poco tienen razón, buen texto. Abrazo.
Gracias Eduardo por la visita y el comentario. La frase es muy acertada. No sé si será anarquista, pero que es acertada no tengo dudas.
Saludos
J.
la única vez que compré algo a crédito o plazos como le llamas tú fue hace muchos años, un reloj que aún conservo, me costó esfuerzo pagar las quincenas y cuando por fin fue mío, me di cuenta que no había necesidad de ello, jamás volví a usar la compra a plazos, pero es cierto lo que mencionas, nos educan y nos dejamos educar de cierta forma, somos consumistas, mejor auto, mejor casa, viajes, muebles, de todo para sentirte bien, pero un vacío no se llena con cosas materiales, eso lo aprendí hace tiempo y a la fecha, voy desechando lo consumido y me he dedicado más a mí, a disfrutarme, también a los pequeños detalles de la vida que son mucho más valiosos.
Me di cuenta que para estar bien, necesito precisamente eso, estar bien, trabjar en ello y no cosas materiales.
[me extendí demasiado, me disculpo]
Un beso, José, te cuidas
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