sábado, 9 de mayo de 2015

Qué hacer cuando no se puede escribir



Pensemos por un momento que hemos decidido entregar nuestra vida a la literatura y que, como tal, no sólo no nos hemos dedicado a otros quehaceres humanos. Pasamos, entonces, entre ocho y diez horas sentados con un cuaderno y una pluma, o con una de esas nuevas tablets que se quedan sin batería cuando menos lo esperamos y comparten nuestros archivos con la nube sin consultarnos, con la idea de sacar lo mejor de nosotros en el formato de las palabras conectadas entre sí (que no es lo mismo que emoticones varios). Palabras que a su vez forman una oración, las cuales se unen en párrafos y, cuando nos percatamos de ello, tenemos ante nosotros un cuento, una novela, la receta del arroz hervido o un manual de autoayuda.
            Eso demuestra que nuestra decisión de escribir es la acertada, que podemos hacerlo (dejando de lado, en este caso, que incluso un loro que tenga a su disposición las obras completas de Sigmund Freud también puede construir un manual de autoayuda), y que debemos continuar por esta senda.
            Comenzamos y, luego de varios años de hacer lo propio, diez, quince o por que no veinte (que no son nada, según lo dice una canción), nos percatamos que el combustible (y no hablamos en éste caso del espiritual), se agotó. Pasamos, entonces, ocho, diez y hasta doce horas ante una página en blanco sin hilar una idea con otra, sin saber en qué dirección huir. Tan en blanco como la página misma, aunque no necesariamente tan puros como ella, claro.
            ¿Qué hacemos a continuación?
            Agotada nuestra propia biblioteca y con un presupuesto limitado para nuevas adquisiciones, perdemos la posibilidad de que la inspiración nazca a partir de obras de terceros, ya no podremos inscribirnos en tal o cual tradición, ni cosa alguna parecida. Queda la opción de ir a la biblioteca pública, pero, ¿existen todavía?
            El cine y la televisión, con sus mundos prefabricados pueden ser de utilidad para obtener referencias que nuestros lectores comprendan, o para saber qué es lo que otra persona quiere contar, cómo lo hace, por qué lo hace de ese modo y cómo evitar sus errores. Pero, ¿cuántas películas hacen falta ver por día para escribir una página completa? ¿Cuántas temporadas de la serie de moda son necesarias para conocer su final? Todo tiene un límite, salvo que obtenga ganancias, en ese caso continuamos su emisión infinitamente y celebramos una vez más el inicio de 1978 en la vecindad del Chavo.
            La música, pegadiza, repetitiva, como un hit veraniego nos ayuda, también, aprendemos a idiotizar a las personas repitiendo una frase. Idiotizar a las personas repitiendo una frase. Idiotizar a las personas repitiendo una frase. Idiotizar a las personas repitiendo una frase, hasta el cansancio. Pero, ¿quién lee siempre lo mismo para no llegar a nada nuevo?
            El mayor bien del animal político que descifraron los filósofos de la antigüedad es la introspección, el pensar hacia adentro, hacia uno mismo, descubriéndose. Luego llegaron las redes asociales y la hora de la extroversión, donde todos se exponen pero nada muestran. ¿Vale la pena continuar escribiendo? ¿Para quién? ¿Para uno mismo? ¿Hay alguien allí que recibirá las cartas que nunca saldrán de mi mano, que sólo conocerá ésta página, ésta acumulación de ceros y unos frente al monitor?
        No se perdió el hábito de la lectura, como aman pregonar los medios masivos de desinformación; se perdió la habilidad de decodificar los mensajes, aún los más básicos. Por eso necesitamos el dibujo estereotipado y amarillo de un rostro sonriendo para comprender que estamos felices (o que se entendió el chiste, aún cuando lo más seguro que dicho entendimiento sea falso).
            Entonces. ¿Escribir para qué? ¿Para quién? ¿Por qué?
            Quizá terminemos gritando en soledad sabiendo o ignorando qué escribir, qué decir o cómo decirlo. Pero al menos cada uno tendrá su propia voz en medio de la manda de lemmings que hacen todo cuanto les es dicho que deben hacer.
            Y si la inspiración falla, siempre puede iniciarse un texto en el cual hablar sobre la falta de inspiración. Luego de reconocer el problema, plantear posibles soluciones que nadie pondrá en práctica, como en un buen un libro de autoayuda, los que tan bien sirven para equilibrar una mesa que tiene una pata más corta que las otras. Sí, esos libros que nadie parece leer pero sien embargo siempre se venden.

6 comentarios:

José A. García dijo...

Ya lo saben, si la imagen tiene duelo y/o derechos o lo que sea, me avisan y la quito.

Aprovecho también para confirmar que los libros de autoayuda, después de todo, ni siquiera sirven para nivelar mesas. Voy a probarlo con el sillón.

Suerte

J.

la MaLquEridA dijo...

Cuando uno no sabe qué escribir se desaparece hasta que llegue la inspiración y si no llega hace mutis para siempre antes que copiar a otros aunque al final uno termine haciendo lo mismo que el de al lado.

Saluditos

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Me siento identificado con el tema, colega demiurgo. Y es la inspiración es un tema arduo. Tengo bastantes textos empezados. Y estoy trabado con una historia para comic.
Tal vez haya que ver esas películas antes de que haya una crisis inspirativa.
Un ejercicio puede ser participar de alguna actividad de relatos, en un periodo semanal. Algo que también conozco por experiencia propia.
Ayuda a ejercitarse en la inspiración, lo que no quita que tenga problemas para continuar relatos empezados.

taty dijo...

Un error huir de la falta de inspiración vía televisión, mal cine, y ni hablar de las redes sociales.

Los libros de autoayuda son un capítulo aparte.

Mejor, en todo caso, releer lo que haya hecho impresión en algún momento, aceptar el silencio con algo de gracia. Es lo único que queda.

Abrazos.

Boris Estebitan dijo...

Hay que esperar que llegue la inspiración para entregar a los lectores lo mejor que uno con sus defectos le puede dar, es difícil cuando se va la inspiración, pero preferible tener paciencia.

thor_maltes dijo...

Dos cosas:
Me extraña el hecho de no ver un enlace de tu blog a mi blog, digo no seré el mejor lector que tengas, pero tampoco es para tanto che. Tendré mis opiniones de Maradona y de Perón incluso del Che, pero si quieres me aclaras este asunto por correo electrónico.

Ya con respecto al tema como tal, es una buena salida usar la falta inspiración para escribir un texto, más si se adorna con alguna que otra opinión sobre la sociedad en la que vivimos. Yo escribo en mi blog por gusto, por que creo que si no lo hago me ahogaré en un mar de babas y pensamientos, cosa que irónicamente debería de pasarle a los intelectuales de cartón que estan habla que habla