La clase era el mismo circo que
las veces anteriores. Imágenes holográficas mezcladas con la gente real que, a
despecho de los adelantos tecnológicos, continuaba prefiriendo encontrarse con
sus semejantes.
—¿Leyeron lo
que era para hoy? —preguntó, al grupo, la profesora.
El mismo
tumulto de siempre, un sí general e
impersonal, fue la respuesta que obtuvo.
—Alguien
quiere hacer algún comentario.
Por supuesto
nadie dijo nada al respecto, quizá por miedo a ser individualizados, quizá por
otra razón, ni siquiera la alumna de siempre. Le costó reconocerla con su
flamante funda de piel azul, pero sí, era ella, esos ojos seguían siendo los
que siempre miraba. Hoy no sonreía, incluso parecía algo triste.
—Es un poco
bastante cansador repetir siempre lo mismo. Son ustedes los que tienen que
hablar y no escucharme monologar, por algo se trata de una clase práctica.
¿Nadie quiere marcar la diferencia? —preguntó sin mirar a nadie en particular.
—El texto
podría resumirse en una frase —dijo un alumno del fondo y continuó pretendiendo
sonar enigmático—. No vivamos de falsas esperanzas.
—Bien. Pero, ¿por
qué crees eso? —preguntó la profesora.
—El
sentimiento implícito en las palabras es el desasosiego permanente de vivir en
nuestra sociedad tecnológica, se lo ve a diario, quien sabe hoy lo que era
trabajar en el siglo veinte. Ahora basta una pantalla de televisión para guiar
los movimientos de las grandes industrias. El hombre como herramienta de su
trabajo se ha extinguido, el hombre como animal social a mi parecer le sigue en
la lista —concluyó el alumno.
—A mi entender
—dijo otra voz sumándose a la charla—, el autor está diciendo que debemos
darnos cuenta de las cosas, no olvidarnos de lo que logramos pero tampoco lo
que costó conseguir lo que hoy tenemos.
Cuando quiso
darse cuenta, tenía un debate instalado en plena clase, lo que tanto deseaba
por fin había sido logrado. Pudo haber sonreído con suficiencia pero, por las
dudas, no lo hizo.
—Al decir que
la vida es una sucesión de cambios, y morir es sólo eso, esta diciendo que lo
mismo da estar o no estar. Si falta un campesino en el noroeste de Asia no me
doy cuenta, y si el que falta soy yo ese campesino es quien no se da cuenta
—dijo en voz alta uno de los alumnos que hasta ese momento nunca hablara en las
clases.
—Es un ciclo
de insaciable voracidad que nunca termina.
En ese
intercambio de palabras más o menos acaloradas, los físicamente presentes se
entretuvieron la hora y media del curso. Desde sus lugares las estáticas
imágenes pugnaban por tomar posiciones pero, por suerte, la tecnología aún no llegaba a tanto.
Se dieron
cuenta de la hora cuando se encendieron las luces de la calle, estaban todos
acalorados, por suerte la discusión no pasó a mayores, el hombre seguía siendo civilizado
por el miedo a los otros.
—Para la
próxima clase vuelvan a leer el texto y continuamos con la discusión que, por
hoy, fue muy fructífera —dijo la profesora a modo de despedida e intuyendo que
la próxima sería la clase más concurrida, aunque no lo dijo en voz alta para no
desilusionarse demasiado cuando no ocurriera de ese modo.
—Al final
tuviste lo que tanto querías —dijo la alumna de siempre cuando salieron.
—Fue tan
emocionante...
Las luces del
edificio se apagaron, todas, ni siquiera las de emergencia se encendieron. El
pánico cundió por los que aún se encontraban allí dentro. Pero no fue más que
unos segundos; como un parpadeo demasiado largo, en el que nos demoramos en
volver a abrir los ojos, las luces regresaron tan rápido como se fueran
segundos antes. Solamente el susto, breve pero intenso persistía
La alumna de
siempre señaló la salida con las manos, como una invitación tácita, como algo
habitual.
—¿Qué estaba
diciéndote? Ah, si, que bien te sienta el azul.
—Sabía que te
gustaría —sonrió la alumna de siempre satisfecha por lo que acababa de
escuchar.
3 comentarios:
Conmovedoras las texturas de la existencia. A veces me rebelo, como todos, y pienso que no se puede terminar todo con la muerte. UN abrazo.
Repentinamente sospeché que los hologramas son mentes trasnsferidas a una computadora, como una forma de burlar a la muerte. Y que tal vez no lo sepan, mientras plantean la idea del desosiego, de la muerte.
Y mientras hablan que otros no se enterarían de sus muertes, tal vez ellos mismo no se enteraron de sus propias muertes.
que bien escribes
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