domingo, 1 de marzo de 2015

Desarraigo

Sorpresas de sorpresas. El tren llegó a horario esa tarde en la que el sol golpeaba con fuerza. Ansiaba que, por alguna misteriosa razón, la formación nunca llegara y evitar, de ese modo, el deprimente espectáculo de los invernaderos arruinados. Cerrar los ojos ante el desierto que avanzaba más y más mientras los vidrios se transmutaban en arena, no los hacía desaparecer realmente.
            Pero no, el maldito tren llegó. Con muy pocas personas a bordo. Los últimos pasajeros de aquella región que huían hacia la costa, hacia los mares, hacia la promesa de tierras fértiles y campos de labor. En ese mítico del otro lado del río del que sólo habíamos escuchado hablar en las canciones infantiles, y en las oscuras leyendas del tiempo antes de nuestra llegada.
            Los barcos partían y ya no regresaban. Por eso se pensaba que la tierra de promisión eran tan hermosa que nadie quería volver, ni siquiera a traernos noticias de su segura existencia. Seremos seres egoístas hasta el final.
            Cerré los ojos mientras el tren atravesaba los que fueran los campos más fructíferos del país; no quería verlos y, aún así, una lágrima solitaria escapo de mi único ojo sano. Luego, creo, me dormí en un sopor impuesto por el calor y el metal recalentado de la formación, sin saber realmente lo que hacía.
            Era mi oportunidad de despedirme de aquella tierra, de tanta muerte, tanta vida perdida. Preferí no hacerlo. Allí ya nada quedaba de lo que supo significar para mí en mi propio pasado.
            Cerré los ojos para no ver, a nada ni a nadie. Para no verme en el sucio reflejo del vidrio roto de la ventana.

4 comentarios:

José A. García dijo...

725 textos y una etiqueta nueva...

Nada más.

Gracias por sus lecturas y comentarios.

Saludos y Suerte

J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Que logrado clima de melancolía.
¿Cómo no comentar a alguien que escribe tan bien y además es un demiurgo?

José A. García dijo...

Gracias por el elogio, pero tampoco para tanto. Es cuestión de esfuerzo y constancia, creo.

Nadie nace sabiendo escribir.

Suerte

J.

thor_maltes dijo...

si llegase a la tierra prometida, en caso de que exista, o al Valhalla dificilmente les diga a los demás sobre como me la estoy pasando. No es por ser mezquino, es que no quiero romperles la ilusión y no quiere (mucho menos) que vayan.