viernes, 16 de enero de 2015

Tempus Fugit

Años de preparación nos llevó organizarlo todo. Sería un viaje extenso y fructífero. Por eso calculábamos hasta el último segundo y el último centavo que invertiríamos en él. Principalmente porque sabíamos que nada debía de salir mal ya que, de hacerlo, sería un fracaso total de nuestra parte. Algo demasiado dramático a lo que sobrevivir. Algo a lo que mejor no sobrevivir.
            A eso se debía tanta meticulosidad, tanto empeño en cálculos, en recavar información, en aprender los idiomas necesarios (mandarín, ascii, klingon y neocriollo entre otros), para que la comunicación fuera fluida. Para eso la diversificación de nuestras inversiones a lo largo y ancho del calendario y del planisferio; era necesario saber cómo, cuándo y dónde íbamos a estar en cada momento.
            Controlábamos tantas variables que nos parecía tener en nuestras cabezas microprocesadores de última generación, de esos que se actualizan sin necesidad de descargas de software malicioso ni beneficioso de ningún tipo, sólo con la propia voluntad de hacerlo. Nos sentíamos imparables, invencibles, invulnerables.
            Supongo que, tal vez por unos pocos instantes, realmente, lo fuimos. Gobernábamos nuestros destinos y nuestro mundo como mejor nos parecía. Cegados por la grandilocuencia de nuestro poder, juventud y conocimiento, fuimos incapaces de verlo venir.
            La subjetividad que siempre rodeó a la noción de tiempo nos jugó en contra. Supusimos que deteniendo nuestros relojes, escondiendo las pilas que los hacían funcionar, trabajando los mecanismos de los que caminaban a cuerda y aún destruyendo los péndulos del mundo entero. Seríamos inmortales, al menos brevemente.
          Porque inteligentes y sabios como supimos ser, olvidamos que el tiempo había existido siempre, y que los relojes son sólo juguetes en manos de niños que le temen a la posibilidad de que esa noche que a veces denominamos muerte y que, luego de la cual, ya no veremos ningún sol inundando el horizonte.
           Años de preparación nos llevó organizar un viaje que nunca, jamás, seremos capaces de realizar.

8 comentarios:

José A. García dijo...

Ya lo saben, no por mucho preparar, las cosas salen mejor.

Suerte

J.

la MaLquEridA dijo...

Nadie ha vencido al tiempo, ni siquiera la muerte. Él sigue como si nada avanzando a un lugar al que nunca ha de llegar.

Me gustó.

Saludos

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Una forma de hacerle trampa es ir muy rápido para que pase un poco más lento.
Me gustó lo del neocriollo.

Sgt. Pepper dijo...

No sé si es peor ser consciente de los veloces pasos del reloj o permanecer ajeno a ello. Aunque supongo que siempre es mejor saber...

Sgt. Pepper.

taty dijo...

¿No se dice, pues, que la vida es lo que ocurre mientras planificamos?

:)

Martha Barnes dijo...

Creo que todo tiene un porque y sirve en algún momento, Cariños Martha

Bubo dijo...

Discrepo de Sgt. Pepper. Creo que lo mejor es no tener conciencia del tiempo. Nos hacemos viejos, nos frutramos cuando somos conscientes de ese tiempo. Mientras que no lo somos... ¡Solo lo disfrutamos!

Xindansvinto dijo...

El tiempo, ese intangible cuya creencia aceptamos porque no acertamos a entender que las cosas cambien.

Se cuenta que meterlo en un frasco de arena para intentar dominarlo fue un fracaso y que por eso vivimos sometidos a él.

Salud, suerte y nuevas dimensiones.