viernes, 9 de enero de 2015

Hembra de dragón

Sus palabras son el fuego que arden en su boca, que suben por su garganta y se escupen como chispas que incendian cuanto tocan. Nada queda de aquello que se cruza con su aliento fatal. No, no es halitosis, es la sangre de dragón que corre por sus venas.
            Ella me lo confesó un día.
            Pero no le creí, preferí, en cambio, amarla.
            Ahora soy el prisionero de sus llamas.
            Su único prisionero.

8 comentarios:

José A. García dijo...

Gracias por sus visitas y comentarios.

Por las dudas, la imagen no es mía. Repito: no es mía.

Saludos

J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Aun sabiendo la verdad, era inevitable sucumbir ante ella, amarla.
Y saber más hubiera incentivado aquello.Aun más siendo un demiurgo.

José A. García dijo...

No lo podría haber dicho mejor.

Gracias por la visita.

Saludos!

J.

taty dijo...

¡Siendo tú el único prisionero, me imagino que habrá mucha saña en los abrazos!

Saludos y feliz 2015 :)

thor_maltes dijo...

Tu texto me recordó muchos de los pasajes de la novela Ella, de Henry Rider Haggard (si, el mismo de las minas del rey Salomón y Allan Quatermain). Obra recomendada

Sgt. Pepper dijo...

Hacen falta más hembras de dragón como la suya y menos lagartas... Suerte que tiene, me alegro sinceramente por usted.

Sgt. Pepper.

José A. García dijo...

Gracias por las vistas y los comentarios siempre muy acertados sobre mis textos. Sé que si están leyendo no estoy haciendo todo esto para nada.

Saludos!

J.

Unknown dijo...

Precioso...

Un beso