Es duro percatarse de un error; aún cuando
seamos nosotros mismos los únicos que lo notamos. Reconocer que somos seres
falibles nunca es sencillo. No, nunca lo es.
Puede
transcurrir toda nuestra vida sin que nada semejante ocurra, es cierto. Beatos
aquellos que lo logran. Pero, también, podemos darnos cuenta del error, del
problema a cada paso que damos. Malditos ellos, que son incapaces de sufrir por
todos los demás para evitarnos tales males.
El
resto de los mortales, falibles y con vidas de corta duración (casi un
suspiro), descubriremos un día con que el fundamento de cada uno de nuestros
actos no es más que una falacia, un error, una cuenta a cuyo resultado jamás
nos acercaremos.
Allí
comienza la peor parte del proceso, la aceptación que si algo tiene de bueno
nos llevará poco tiempo olvidarla. Por otro lado, el resentimiento durará por
siempre, para siempre; más allá de nosotros mismos.
En
mi caso, en mi persona, que es el único que importa aquí, lo sé; me di cuenta
de mi error cuando, no sin gran cantidad de incertidumbre de mi parte en un
primer momento, comprendí que no era el espejo quien estaba distorsionado en
cuanto a lo que mostraba o creía mostrar, sino todo lo contrario. Absolutamente
todo lo contrario.
2 comentarios:
Supongo que asumirse como un demiurgo, implica aceptar que cometer errores no es algo inusual. Lo que es cierto en mi caso. Claro que queda plantearse que uno sabe que comete errores.
El espejo no distorsiona. Un descubrimiento dificil de aceptar.
Que tengas un feliz 2015, colega demiurgo.
Cuestión de perspectiva, uno de mis temas favoritos no solamente en la dialéctica, también en la gráfica, y podriamos argumentar que la perspectiva se puede observar hasta en la psicología, algo tan complejo y/u orgánico. La perspectiva es la supremacía del yo.
Feliz comienzo de año.
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