miércoles, 10 de diciembre de 2014

Entre los 30 y algo más

Somos patéticos, somos legión. Estamos sin estar, ni ser, en todas partes, en cada rincón, a cada momento. Sin que nadie se percate. El paradigma no cambió, se arruinó por sí solo y a nadie preocupó. El mundo continúa mientras permanecemos sin cambios.
            Desagradables a la vista, sin voz ni voto ni dónde botar lo malo. Sin un lugar, sin ser, con un sistema opresivo que se reproduce sin más, sólo porque sí, porque nadie lo cuestiona. Porque a nadie le importa la verdad, ni la mentira, ni el suelo ni la realidad.
            Arruinados siquiera antes de intentarlo, desahuciados por cada uno de los que nunca han estado allí. Educados en los noventa, miramos a los demás crecer y a nosotros desaparecer. Sin sentimientos, sin espacios, sin herramientas. Ignorantes por aburrimiento, porque es lo único que aprendimos a ser. Repitiendo a los nuevos clásicos del siglo XX, por imposición y no por elección.
            Somos la generación vencida.
            Derrotados sin dar batalla.
            Entregados porque nunca hubo una guerra.
            Carentes de referentes o misterio.
            Aniquilados para que continuemos produciendo.
            Sin ideas.
            Sin ideales.
            Sin siquiera intentarlo.
            Guiados por las publicidades.
            Y el cine yanqui, con su ropa y sus canciones.
            Con el deseo de ser alguien, alguien diferente.
         Cualquiera, el que sea, menos nosotros mismos; porque carecemos de todos los contactos necesarios para ser algo (o alguien).
            Consumidores porque otra cosa no sabemos hacer.
            Compramos la publicidad.
         Nos tragamos el discurso y el empaque de lo bellos colores. Creemos que participamos, que somos importantes y que alguien nos escucha porque la ficción del estado nos permite expresarnos cada dos o tres años. A nadie importamos. Hoy vivimos, y si mañana no lo hacemos, nadie se percatará.
            La generación vencida. La que se entrega sin lucha, sin llorar ni patalear.
            Porque todo es más fácil de ese modo.
            Porque la televisión nos dice que así debemos comportarnos.

7 comentarios:

José A. García dijo...

Esta vez sin imágenes ilustrativas ni cosas parecidas.

A veces pasa.

Saludos a los que siguen por ahí.

J.

Martha Barnes dijo...

Aparentemente todo lo que escribiste ,es verdad,,,,pero si fuera eso solo la vida ,sería ridícula y sin sentido,Porqué no pensamos que detrás de todo esto existe alguna razón que no entendemos ,Un beso Martha

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Pertenecer a una generación no es excusa.

taty dijo...

Es un texto sin duda muy duro.

Al menos en Latinoamérica tenemos la extraña esperanza de escaparnos al afán de copiar una cultura que no nos pertenece. Me ha tomado años de distancia abrir los ojos a esto, y pienso que no es sino la punta del iceberg, como quien dice. Los de allá tienen el problema más grave aún de creerse libres.

A fin de cuentas, toditos estamos fritos, sólo que unos van con los bolsillos más llenos que otros.

Habría que hacer como el sapo de Girondo y esconderse en una cueva.

Saludos.

thor_maltes dijo...

Todo el texto me recordó a los "heróicos" muchachones de Anonimus y su mantra.
Por cierto ¿Han hecho alguna de sus travesuras? Dijeorn que harían algo en Venezuela y se quedó en eso; aunque hubo alguien que comprometió la seguridad de la cuenta twitter del partido de gobierno

José A. García dijo...

Gracias por sus comentarios.

Claro, Demiurgo, no es escusa, pero a veces lo parece.

Martha, el sentido a la vida se lo otorga cada uno, no viene dicho por nada ni por nadie.

Thor: No sé qué habrá pasado en Venezuela, peor hay mucho en Argentina que lo creen del mismo modo.

Taty:¿Cuándo se dijo que pudiéramos desarrollar nuestra propia cultura si es más fácil trasplantar lo que ya hicieron otros? Es la ley del mínimo esfuerzo.

Saludos

J.

María Font dijo...

Yo por eso no tengo TV hace seis años.