Sabíamos que, luego de tanto esfuerzo, nada
cambiaría. Pero éramos jóvenes, creíamos que con el simple impulso de la sangre
y el interés por realmente hacerlo, teníamos más de la mitad del trabajo
realizado y, por supuesto, terminado a nuestro favor. Ni siquiera teníamos
tiempo para la duda.
Tú
nunca nos dijiste nada. Eso fue lo que nos impulsó en un primer momento, y nos
daba fuerzas para continuar luego de que te presentáramos nuestros proyectos y
en tu rostro jamás podíamos adivinar una expresión diferente del tedio o el
fastidio.
Confiamos
en que esa era tu forma de decirnos que continuáramos, que ese era el camino a
seguir. Claro que era poco lo que podíamos ver más allá de los gestos; éramos
jóvenes, como ya dije, y sentíamos una necesidad que nos recorría el cuerpo por
embarcarnos en causas tan perdidas como el intento de recuperar tu sonrisa de
la que nunca, es cierto, tuvimos no el más mínimo atisbo.
Lo
seguimos intentando a pesar de que tu
rostro sea de mármol, tu cuerpo una piedra a la Miguel Ángel, nuestros cabellos
se tornen cada vez más grises y el brillo ya no se distinga en nuestros ojos.
Seguimos intentando.
3 comentarios:
Todavía quedan de esos que no se dan por vencidos nunca...
Saludos
J.
Bien por ellos, el mundo es suyo.
Saludos
Gracias por la visita y el comentario MalQuerida
J.
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