Allí estaba otra vez.
Mientras
leía en el diario las noticias de siempre, sentía que lo observaban. Pero sabía
también que allí estaba solo. Principalmente porque se sabía encerrado en el
baño de la oficina, en uno de los cubículos individuales, para poder estar
tranquilo y a salvo de miradas indiscretas. Por lo que la sensación de que unos
ojos ajenos a los propios se clavaban sobre su nuca era fruto de su aburrida
imaginación.
Ni
siquiera llegaron a ser cinco los minutos de paz que la sensación, desagradable
en su insistencia, regresó. Pareciera que con más fuerza; aunque eso quizá se
debiera a que allí había menos espacio. Aun así el sudor que corría por su
espalda ocupó, también, sus manos y su frente. Como si el mantener la calma
fuera la mayor de los esfuerzos que realizara nunca.
Y
allí estaba.
Ni
siquiera se atrevía a levantar la mirada temiendo encontrarse con el espía
secreto asomándose del otro lado del separador de madera artificial. Sabía que
el cubículo siguiente estaba vacío y, aun así, no se atrevía a mirar.
Concentrándose
en la noticia que intentaba leer, renegó de la realidad y de cualquier otra
situación que a ella lo conectara. Allí dentro podía suceder cualquier cosa que
él, solamente él, podría controlar cuanto sucediera y hacer lo que quisiera.
Lo
que fuera, menos levantar la mirada y descubrir al espía. Ese placer jamás se
lo daría a quien fuera que le perseguía con tanta insistencia. Por eso, con
suma paciencia y tranquilidad, dio vuelta la página, como si allí dentro no
sucediera nada de nada. Porque así era, así lo creía.
Podía
ignorar cualquier cosa.
Nada
era importante, sólo lo que le llevara allí. Leer en secreto las noticias. Hurtarle
a su empleador los preciados minutos de lectura. Un acto de rebelión pasajera y
sin importancia. Pero suyo.
Ese
leve y prolongado pinchazo que sentía en la nuca, junto con el adormecimiento
paulatino que sentía en todo el cuerpo, y que crecía minuto a minuto, no era,
en verdad, importante.
Si
los ojos no se le cerraran, pero sabía que pronto terminaría de leer la noticia
que tanto le interesaba y volvería al trabajo sin más dilaciones.
Sólo
cerraría sus ojos un instante.
Sólo…
…uno…
…instante…
…nada…
…más…
9 comentarios:
Por algo nunca voy al baño en horario de trabajo...
Saludos
J.
Podría ser más cierto de lo que imaginas, salvo que tu imaginación sea más de lo que yo imagino. Está el tema de los drones, con cámaras incorporadas.
Me confunde un poco esta narración!¡El hombre tenía cargo de conciencia por tener un rato de ocio,o estaba a punto de tener un ataque cerebral yyy es sabido que un pensamiento, una mirada fuerte se siente y molesta.. ,,,pero,,,quién y desde donde lo miraban,,¡buen argumento para una historieta!!!!Cariños Martha
Más que drones o ataques cerebrales, estaba pensando más en una picadura de araña, de esas que son bien peludas y venenosas... Pero bueno, la interpretación es libre.
Gracias por los comentarios.
J.
un poquito paranoico este lector de noticias
salute José!
Sera
Quiero pensar que era soltero.
Si ese era un acto de pequeña rebeldía, pobre hombre; me recuerda a las ancianas que no las dejan comer dulce y esconden un caramelo en el bolsillo.
También pensé en un bicho peludo que le picaba el cogote y que esos ojos eran su conciencia...
Me gusta dar vueltas a tus textos. Gracias.
Verónica
todo eso le pasa por subestimar "el momento".
Ir al baño es un momento de "bendición" que no se puede interrumpir con leer un texto o hacer varias cosas.Tiene que leer a Henry Miller en "leer en el retrete".Si usted necesita estar en paz, no ser observado y tranquilidad llevese el libro al bosque.
Hubiera ido con un amiguito y su paranoia no aparecería digo yo.
Abrazo
Bueno, es que no hay acto de rebelión que venga sin culpa, sea robarse unos minutos en el baño o comenzar una guerra!
Grato pasar por acá.
Abrazos!
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