Hasta donde llegaba a ver, con la sombra de la
edad quemándome en los ojos, la plantación continuaba uniforme, casi alcanzando
el horizonte. Solo que el horizonte era, para mí, más una ficción que una
realidad.
El
sol me había castigado por abandonar a mi pueblo, a mi gente, a mi familia y mi
lugar en el mundo; me quemaba poco a poco, con su incansable calor, los ojos,
volviéndome un poco más ciego cada amanecer. Como una venganza lenta pero sin
pausa; como un horror que se muestra y vuelve a ocultarse.
Aún
podía disimularlo, y fingir que desde donde me encontraba vigilaba la extensión
completa del campo, las plantas de cacao y esos oscuros seres que servían para
recogerlo. Esos remedos de hombres que hablaban en dialectos incomprensibles,
pero que conocían su tarea y eso era lo único que importaba.
Si
supieran que estaba quedándome ciego, mi autoridad sería cuestionada. Por eso
fingía. Para mantener las cosas como antes, con latigazos una noche, y doble
ración de frutas la siguiente, para que me creyeran magnánimo. Para que
continuaran trabajando bajo el maldito sol, que perlaba de sudor esas pieles de
ébano que fácilmente podían confundirse con el fruto que recogían. Pero, claro,
un kilogramo de cacao es mucho más preciado que una tonelada de esas personas.
Y
eran tantos allí, moviéndose bajo el sol, mirándome pestañar, quizás adivinando
mi situación porque sabían hablarle al sol, quizá sabiendo que el látigo,
cuando más duro pega, más fácil es que se rompa.
Sin
ignorar, por supuesto, que el miedo siempre puede un poco más.
Sin
ignorar que era el único hombre blanco en kilómetros de plantaciones a la
redonda.
Y
que ellos eran tantos.
Y
el miedo.
Siempre
latente.
El
miedo.
6 comentarios:
Excusa 1: Falta de tiempo para visitar los blogs de los amigos.
Excusa 2: Falta de tiempo para visitar los blogs de los amigos.
Excusa 3: Falta de tiempo para visitar los blogs de los amigos.
Elijan ustedes la que les parezca más creíble.
Saludos
J.
Elijo la 2, colega demiurgo.
Debía pensarlo mejor antes de esparcir el temor, que ahora está regresando a él.
Elijo la 2, colega demiurgo.
Debía pensarlo mejor antes de esparcir el temor, que ahora está regresando a él.
Se le perdonan las tres excusas si nos deja un escrito como este. Yo me estaba pensando que era una oda al sol latente, pero no, me agarró usted por sorpresa con lo del miedo.
Tiene un buen tono el personaje, se sostiene y por eso mismo es difícil tenerle simpatía a la tragedia de su ceguera, física y moral.
Un abrazo!
Ýo me quedo con la primera, me parece más creíble.
De lo que se siembra...
Un abrazo y cafelito.
Creo que no hacen falta excusas porque yo me encuentro igual. Apenas publico porque no estoy desmotivada y con poco tiempo...
En cuanto a tu escrito, el hombre blanco es minoría y aún así, continúa dominando el mundo. En qué momento, la historia giró hace él y olvidó el resto de los participantes? no debería acabar así.
un abrazo
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