lunes, 10 de marzo de 2014

Los Minúsculos


Si bien es cierto que los tiempos post-post-modernos de éste milenio han destruido los últimos vestigios de superstición, aún perduran ciertos resquicios donde se refugian las creencias del pasado.
            El mundo tecnológico parcelado en pobres países que carecen de correlato con la realidad, intenta negar este hecho a toda costa. Pero es improbable que tengan algún éxito. La razón, como una manta demasiado corta con la que te cubres la cabeza o los pies pero no ambos extremos, no lo resuelve todo, lo que se descubre por un lado se olvida en el otro.
            La razón que impulsó la quema de libros obscenos durante la guerra civil europea, fue la que liberó los últimos resabios del glorioso pasado panteísta.
            Solo que, en ese entonces, nadie parecía estar mirando; estábamos más preocupados por cosas fortuitas como un frente de batalla o la colección de envases de cocacola a la última moda. Porque, después de todo, esas son las únicas cosas de valor en la actualidad.
            Los otros dioses, los menores, los minúsculos (porque no les apetece ser llamados dioses diminutos, en la creencia de que el adjetivo puede ser confundido con el atributo), nunca olvidaron el pacto de antaño. Un pacto que habla de un fuerte lazo de unión entre ellos y nosotros, entre nosotros y la naturaleza.
            Preferimos ese nuevo pacto, mucho más reciente y beneficioso para nosotros entre nosotros y la tecnología, dejando de lado aquello que sea diferente.
            Ellos no lo olvidan.
            No pueden hacerlo.
            Por algo son dioses.
            Y, nosotros, simples mortales.
            La nieve seguirá cayendo en los inviernos, trayendo el mensaje de los minúsculos, el mensaje de fraternidad y amor entre los diferentes estadios de la vida, la mortal, la inmortal, lo que siempre ha vivido y lo que nunca ha muerto.
            En cada copo de nieve, en cada pesada gota de lluvia, descienden del cielo sempiterno, uno de los minúsculos trayendo su mensaje. Pero, la humanidad, nosotros, ustedes, ellos, yo, tú, él o ella, preferimos creer que lo que cae no es más que una simple gota de agua muy fría.

6 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Que interesante. Espero que no pierdan la paciencia ante la falta de comprensión.

Martha Barnes dijo...

(Lo esencial es invisible a los ojos)-- (El Principito)--Cariños Martha

censurasigloXXI dijo...

Ellos los pobres lo intentan... pero yo, cuando vel la plaza del Vaticano repleta hasta los topes y las romerías a las ermitas y otras manifestaciones similares, no veo que ese post-post-postmodernismo haya afectado en nada a las viejas supersticiones; cada uno interpreta a su modo...

Un abrazo y tu cafelito.

Boris Estebitan dijo...

Muy cierto que preferimos ese pacto con la tecnologia, saludos.

José A. García dijo...

Quizá nadie los mira porque no creímos esa tonta idea de que los hombres estamos en el mundo sólo para lo más grande y no para lo más pequeño.

Olvidamos en el camino que, por más grande que algo sea, comienza siendo una idea muy, muy, pequeña.

Saludos

J.

Daniela D. Pacilio dijo...

Todo aquello que no damos, se pierde. Incluso la mirada. Gracias por la tensión, por lo que inquieta.