martes, 18 de marzo de 2014

Raíces

En los últimos días del pasado febrero me ha ocurrido una serie de situaciones que, si bien lindan con la pesadilla, lamentablemente, no puedo decir que haya sido algo de eso lo que realmente ocurrió. Más bien, al contrario, fue completamente real.
            Lo sé porque yo estaba allí. Yo y miles de personas más.
            El día de los hechos, caminaba apaciblemente por la avenida Corrientes, altura Callao, en una jornada normal de mi cacería de libros usados y de ocasión, cuando la calle comenzó a vibrar. Una vibración constante, de alta frecuencia, mayor que la producida por el subterráneo, un camión recolector de basura o la irritante voz de esa conductora de televisión. Incluso más que la sumatoria de las tres.
            La gente corría alejándose de lo que parecía ser el epicentro del fenómeno, la intercepción de las avenidas, donde el asfalto se resquebrajaba y comenzaba a levantarse, abriéndose como si el calor por fin hiciera efecto y comenzara a derretir la obra de los hombres sobre la tierra.
            Pero no era eso, era otra cosa, algo más. El asfalto se abría en dos como si fuera un simple trozo de papel bañado en alquitrán y, de las profundidades de la tierra surgió el terror, lo inimaginable es una ciudad como Buenos Aires, tan acostumbrada a los espectáculos de bajo presupuesto y los escándalos de alcobas. Fue, realmente, algo inesperado.
            La gente filmaba el acontecimiento con sus llaveros digitales que funcionan también como destapador de botellas y sacacorchos profesional, pensando que aquello no era más que la publicidad de una nueva serie de televisión, un discurso de algún candidato político o un espectáculo surrealista.
            Nadie se esperaba que de las entrañas, desde profundidades más oscuras que los subterráneos de Buenos Aires, surgiera un submarino nazi de la Segunda Guerra Civil Europea. Seguramente los soldados en su interior seguían vivos y estaban tan sorprendidos como nosotros en ese momento (yo pensaba en la mala calidad del asfalto de la Ciudad, el resto de la gente quizá pensara que los efectos especiales eran de bajo presupuesto).
            Claro que, cuando reconocimos lo que era aquella mole de acero y óxido, cuando vimos el estandarte pintado a los lados, dejó de tener interés para la mayoría de nosotros, los ciudadanos de a pié. Porque no era la primera vez que ocurría algo semejante en medio de la Ciudad.
            Por otro lado, a nadie sorprende que el fascismos más intolerante (y todos los fascismos son intolerantes) forme parte de las raíces del ser nacional.
            Eso ya ni se discute.

10 comentarios:

José A. García dijo...

Según parece, algunas cosas nunca, nunca, se discuten, ni se ponen en cuestión.

Saludos

J.

la MaLquEridA dijo...

Me temo que hay cosas que no entiendo, el fascismo es una de ellas.


Saludos

taty dijo...

Contundente metáfora en tu historia.

No, lo del fascismo no se discute, ni en Argentina ni en ninguna parte.

¿Y si alguien hiciera un reality show?

Como siempre, un texto impecable.

Abrazos.

Pipipi 7 dijo...

como seres humanos con tanta historia que somos nos olvidamos de sorprendernos de cosas tan abominables

censurasigloXXI dijo...

No, el fascismo no se discute, aunque a veces esté camuflado por una falsa democracia...

Yo le hubiera dado la espalda y me hubiese sentado a tomar un café plácidamente.

Muy buen texto.

Cafelito, amigo.

Galantz dijo...

Muy bueno, atrapante.
Inquietante metáfora.
Abrazo

Martha Barnes dijo...

¡Ver la esvástica,"me hace ruido" por lo que el canalla que la usó hizo con "ese símbolo" que no tiene nada que ver con con la conducta de ese ...pongan lo que quieran en su nefasto recuerdo.La esvástica se usaba 5000 años antes de ser usada como emblema nazi,En realidad fue y aún se puede ver como "emblema del bien en templos budistas de Seúl" y otros templos "hinduístas" ¡Todo bueno y puro!!!José ,de tu historia lo que me impresionó fue esa pobre bandera que no tiene la"culpa"de haber sido tan mal usada.Cariños Martha
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Esilleviana dijo...

Sí, usted tiene razón, no tiene porqué ser Segunda Guerra Mundial, no participaron todos los países del mundo...

un buen razonamiento

un abrazo

María Alfano dijo...

En Buenos Aires nada sorprende, ni las raices levantando asfalto ni un submarino Nazi.

Saludos.

José A. García dijo...

Gracias Chicas, y Daniel, por sus comentarios, muy variados, pero que le otorgan otros significados posibles a una historia tan cargada de cercanía y realidad.

Más que nada realidad.

Saludos

J.