Los bosques siempre tuvieron algo de ominoso,
de miedo ancestral; como de un lugar prohibido, por lo temido y también, lo
anhelado, que allí podría descubrirse. Ese bosque en particular, para peor, lo
era aún más.
Se
trataba de un bosque artificial, de plástico y acero, concreto y enduido,
pintado con látex y acrílico, donde toda vida era simulada. Las orugas
devorando las hojas, el viento ululando sobre ramas estáticas, los pájaros que
nunca podían verse pero cantaban las mismas melodías las veinticuatro horas del
día.
Incluso
el eremita en su gruta, los aldeanos en sus casas y el lobo que perseguía niñas
vírgenes en vestidos de colores primarios, eran igualmente falsos.
Lo
cual no explicaba, ni siquiera por casualidad, qué hacía yo allí, en ese lugar
que sentía al mismo tiempo como ajeno a mi persona, pero que, al parecer, conocía
muy bien. Quizá demasiado bien.
Como
si se tratara de la escenografía de una vieja película, o de un recuerdo
inventado y reprimido, crecía en mí la sensación de estar alejándome de la
tierra de los sueños placenteros y las poluciones nocturnas. Derivaba, lentamente,
pero sin pausa, hacia las zonas grises, donde las pesadillas se parecen más al
placer que al dolor, más a la curiosidad que al miedo, más a un bosque de
plástico que intenta representar algo tétricamente tenebroso pero sólo consigue
generar empatía.
Quizá
sea que nos acostumbramos, con el tiempo, a que las peores cosas se transformen
en asuntos cotidianos que las verdaderas pesadillas resultan, cada vez, más
difíciles de encontrar.
6 comentarios:
Momento. ¿Las damiselas en peligro, las reinas de grito, que corren para tropezar y caer, también son de mentira?
Ya sería demasiado.
Podríamos decir que hay casos y casos, pero bueno, no creo que sea cierto.
Saludos
J.
¿Cual es la verdad en un mundo sin sentido?
Es verdad ..a veces uno se acostumbra, por ejemplo, a los dolores,y los sufre como algo natural. Cariños Martha
Es cierto, casi merece la pena tener pesadillas, al menos sabemos que al despertar desaparecen.
Gracias. Abrazo y cafelito.
Malquerida: ¿Cómo saberlo?
Martha: Pero algunas veces, esa es la única opción...
Censuras: Claro. No podría estar más de acuerdo.
Gracias por sus comentarios.
Saludos y Suerte
J.
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