Siempre lo supimos. Desde antes que aquello
comenzada sabíamos que, cuando se dieran cuenta que estábamos aquí, vendrían
por nosotros.
Pero,
hasta que llegó ese momento, vivimos tranquilos en el sur, fuera de sus
radares, por donde la política no pasaba, donde cualquiera podía mirar y ver
sólo una tierra semivacía, semicolonizada, cargada de ignorancia ajena y cubierta
de temores (algunas veces propios). Si casi que no éramos nada para ellos, los
sabios, los modernosos, los que se sentían llamados a dominar el mundo solo
porque podían hacerlo. Así se lo decían ellos.
Vivimos
nuestra libertad, controlando las opciones para nuestros destinos sin que nadie
ajeno a nosotros mismos nos dijera qué hacer, cómo pensar o de qué manera
vestirnos.
Hasta
hace unos años atrás, cuando comenzaron a inundarnos con sus emisoras de radio
y televisión, con sus canciones y series psudo-cómicas; reemplazando poco a
poco nuestro idioma por el de ellos, preparándonos para la anexión.
Pero,
a pesar de que siempre lo supimos, no esperábamos lo que finalmente sucedió. Al
menos no de esa forma.
Nos
preparábamos para una guerra larga y sumamente violenta, de conquista por parte
de ellos, defensiva, en lo posible, para nosotros. Para mantener lo que nos
pertenecía, para no dejarnos avasallar. Sabíamos que siquiera soñar con derrotarlos
y conquistarlos nosotros a ellos era imposible.
Psicológica
y militarmente nos pertrechamos para lo peor, cantando canciones en otro idioma
y asistiendo a cada nueva película de guerra que llegaba a nuestros complejos
de multisalas cinematográficas, vistiéndonos según la última moda, leyendo los
nuevos best-sellers, creíamos que era posible enfrentarlos con nuestras propias
armas.
Las
que ellos desechaban porque habían sido reemplazadas por otras más poderosas,
más potentes, más letales.
Tardamos
mucho más de lo esperado por ellos en percatarnos de los hechos, no nos dimos
cuenta que mientras nos preparábamos para la guerra, ya la habíamos perdido.
Sin disparar ni una bala, sin muertos innecesarios, sin hacer nada.
Sólo
necesitaron un par de canciones pegadizas. Canciones en su idioma, no en el nuestro.
La foto pertenece a la localidad de Oradour-sur-Glane, en el centro-oeste de Francia.
8 comentarios:
Ustedes ya lo saben, pero, por las dudas, aclaro que todos los comentarios son bienvenidos.
Saludos y Suerte
J.
Tranquilo que la "identidad " pérdida se recuperará gracias a un caudillo heróico que le entregará el pais a nuevos invasores.
Cierto Thor, muy bien pensado y mejor dicho.
No lo podría haber escrito de otra manera.
Saludos!
J.
El caído siempre tiene la opción de volver a levantarse... Mientras no este muerto.
A veces da miedo leerte, no porque seas profético sino porque esa clarividencia produce urticaria a aquellos que no tinen ganas de pensar. A mí no me pica, jajaja!
Un abrazo y un bravo por este relato.
Ya vemos que la rebelión es tendencia por estos lares. Se disfruta.
Saludos.
Interesantes palabras para molestar a los desangelados.
Tu estilo de escribir es genial, lo relatas de una manera tan original :)
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