Una actitud común en los hombres es ignorar lo
que se tiene y lo que se pierde, hasta que ya es demasiado tarde. De tanto que
nos concentramos en un modo determinado de hacer la cosas, olvidamos lo que nos
rodea, concentrándonos en nosotros olvidamos al mundo.
Requisamos
toneladas de libros a medida que avanzábamos, los enviábamos en barcos
apestados y malolientes, a las capitales de donde proveníamos. Libros en
idiomas dibujados, diferentes, raros, afonéticos; obras de arte y jóvenes mujeres
(y algunos hombres también). Le arrebatábamos todo a las tierras de orientes
antes de utilizar otro vocablo que comienza con la misma letra, antes de
arrasarlo.
Describir
lo que hicimos en esas tierras, a esos hombres y sus aldeas, a sus dioses y
lugares sagrados, no tiene sentido. Es, por otro lado, historia repetida,
porque es lo que siempre se hace con el conquistado.
Lo
que no nos esperábamos era la venganza póstuma, de esos hombres, de esas
mujeres, de esa tierra. Por supuesto, no esperábamos nada de nada, porque nunca
lo hacemos.
Los
barcos llegaron a nuestras ciudades; las mujeres y los hombres fueron vendidos;
los libros catalogados; el oro amonedado; las estatuas quebradas; los cultivos
quemados; los ríos arruinados. Lo usual para todo conquistador.
Las
enfermedades desconocidas propagadas por las mujeres poco significaban comparadas
con esa otra peste que se propagó por nuestras ciudades, comenzando en el
puerto, en las librerías, en las universidades. Una peste que llegó, poco a
poco, a cada uno de nosotros a través de esos libros maravillosamente
ilustrados y mucho mejor escritos que lo que cualquier poetastro de por aquí
podría lograr.
La
dificultad, la maldita dificultad que nos carcomía desde lo más profundo de
nuestra curiosidad, era lograr descifrar esas palabras que se burlaban de
nosotros con los contornos brillantes y letras amarillentas. Esos libros
encuadernados con la piel de algún animal desconocido, tal vez extinto, y
escritos en una lengua que no podíamos leer, se burlaban de nosotros. Nos hacían
odiarnos por nuestra ignorancia.
Pero
más odiábamos a quien tuvo la idea de extirpar las cuerdas vocales a todas las
mujeres y hombres que, quizá, es lo que queremos creer, supieran interpretar
para nosotros las palabras de un pueblo muerto.
Uno pone 'oriente' en el buscador y salen cosas como estas... ¿Por qué será?
10 comentarios:
Si las cuerdas vocales producen sonidos como los de la Tigresa, lo entiendo.
Saludos
¡Siempre fueron acalladas las cuerdas vocales femeninas!...hoy resulta más difícil silenciarlas....."algunas veces imposible" ...si nos hubieran escuchado desde el principio ,quizás,el" masculino",se hubiera dado cuenta, que al revés de lo que se creía antaño"SÏ" las mujeres ,los negros y los animales "lrracionales" contamos con gran sensibilidad .Nos cerraron los caminos,no nos dejaron opinar y así anda el mundo. Cariños Martha
Malquerida: Hay casos y casos, cierto.
Martha: A eso mismo me refería. Y las noticias de los últimos tiempos nos demuestran que las cosas sólo cambian de palabra, pero no de hecho. Las cosas siempre siguen igual.
Gracias por sus comentarios.
J.
Primero fueron los rusos, luego los japoneses, los marcianos, los chinos, los alimentos degenerados, los terroristas, las estelas químicas, divinidades vengativas... da igual el orden de los factores, el caso es que temamos cualquier cosa menos a ellos.
Un abrazo y cafelito.
Nuestro etnocentrismo solo nos permite entender un solo punto de vista: el expolio desde nuestra visión entonces y ahora se considera-ba normal y frecuente.
un abrazo
Hoy el azúcar se ha puesto ácida, pero me parece una reflexión muy acertada. Concuerdo con Esilleviana, es producto de nuestro etnocentrismo.
Un abrazo.
HD
Mis cuerdas vocales las rocio con miel
mil besos
La lectura del texto me llevó a un pensamiento totalmente autorreferencial, pensaba en cuanto sufrimos las mujeres mientras no podemos ser aceptadas por nosotras misma, ya que hasta somos las generadoras de pestes. El camino de la propia aceptación lleva a liberarse y ya allí aunque quieran sacarte las cuerdas vocales, no se detendrá su expresión.
Pero hoy la construcción de un mundo codo a codo hombres y mujeres, requiere de un equilibrio que a veces las mujeres intentamos sobrepasar...uff y podría seguir, pero ya no viene al caso.
Me hiciste pensar!
Esa imagen cura el hipo.
Ah, esperabas algo más profundo. A veces los conquistadores son conquistados por las naciones vencidas. Si no me equivoco, fue el caso de los vikingos.
Ah, este asunto interminable de las voces de las mujere, emperatrices y meretrices de todas las conquistas, incluyendo las que, ordinarias, no le interesan a la historia: las del día a día.
Abrazos.
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