lunes, 30 de diciembre de 2013

De cómo perdimos el Occidente y otras fábulas amenas

Durante muchos siglos, porque hablar de milenios sería un barbarismo, nos creímos el centro del universo. Una península de cultura en el extremo más alejado en un mundo primitivo, violento y amenazador. Subidos en el promontorio de la cultura, mirábamos el resto de las tierras con ojos cargados de miedo y ávidos de conquista.
            En la cumbre de nuestra ambición, aunque no en lo más álgido de nuestro poder, nos propusimos una tarea que se nos antojaba minimalista y altruista: compartir nuestros logros con los pueblos menos privilegiados.
            Aunque más no fuera a fuego y hierro, aunque nos constara dolor y muerte, el mundo entero compartiría, un día en el lejano futuro, nuestra suerte. Ese fue nuestro lema.
            Dicen, los que se dicen que saben porque nosotros creemos que ellos saben, que fue entonces cuando nuestros problemas comenzaron.
            Triunfamos sin dificultades sobre nuestros vecinos, y sobre los vecinos de nuestros vecinos. Eso no era una guerra o, si lo fue, se parecía más a una excursión de fin de semana, antes que a cualquier otra cosa.
            Al alejarnos cada vez más de nuestras fronteras autoimpuestas, los problemas, las complicaciones, crecían proporcionalmente a la distancia. En las nuevas tierras no nos conocían, jamás habían escuchado hablar de nosotros y, en las culturas más milenarias que la nuestra que encontramos en medio de las tierras desconocidas por nuestros cartógrafos, aunque decirlo suene a herejía, nosotros parecíamos ser los bárbaros cuando sabíamos que ellos lo eran.
            Claro que, estas diferencias sólo sirvieron para aumentar nuestras ansias de llegar allí donde ningún otro hombre (a ellos, a los otros, no podíamos considerarlos hombres) había llegado. Daríamos la vuelta al mundo de ser necesario, para encontrar nuevas tierras, conquistarlas y culturizarlas. Jamás nos detendremos, eso es obvio, pero a veces es necesario remarcarlo.
            Podrán cambiar nuestros hábitos, nuestras ropas, nuestras lenguas y nuestros gustos culinarios; la ideología será diferente, la forma de hacer la guerra quizá siga siendo la misma (el fuerte contra el débil, por supuesto). Habremos cambiado por completo, pero, aún así, seguiremos siendo los que siempre hemos sido.
            Nuestro promontorio de cultura y sabiduría no ha empequeñecido en lo más mínimo, sino que hemos ayudado al mundo a elevarse por sobre nuestras propias cabezas. Quizá, por eso, hoy, parezcamos menos que lo que fuimos. Pero no es así. Nunca lo fue. Nunca lo será.


La imagen es, por supuesto, obra de León Ferrari "La Civilización Occidental y Cristiana"

6 comentarios:

José A. García dijo...

Hagan la prueba de escribir 'occidente' en el buscador de imágenes de la red, verán cosas muy divertidas entre los resultados...

De más está decir que por 'divertido' deben entender una ironía de las más grandes.

Saludos

J.

taty dijo...

(a ellos, a los otros, no podíamos considerarlos hombres)

¡Nada más que agregar!

A manera de anécdota: estando jovencita, al leer artículos sobre la sociedad occidental, me daba por aludida (como no vengo del Oriente). Sólo algunos años más tarde caí en cuenta: "occidental" es un bello, engañoso eufemismo que en realidad sólo incluye a los países desarrollados donde predomina la raza blanca. El resto, bueno, eso, son el resto.

Me ha encantado la imagen!

Abrazos.

la MaLquEridA dijo...

Voy a hacer la prueba, veamos.

Martha Barnes dijo...

¡El Cristo,crucificado!.. clavado en un avión cargado de proyectiles mortales ,es un cuadro que fue muy criticado.Recuerdo algún piquete en la puerta del lugar donde se exponía.Creo que no entendieron el mensaje.A mi parecer, muestra la santidad de Jesús, mártir del hombre, haciendo lo contrario de sus enseñanzas...y los que se rasgan las vestiduras,sienten que están defendiendo a la iglesia, sin haber leído un poco de historia. Martha

Esilleviana dijo...

Encontré esta página:

http://realpolitik.com.ar/nota.asp?id=1180

En parte me agrada la idea de esta globalización, porque descentraliza la idea de que nuestra forma de pensar es la más adecuada para salvar al mundo de los demás... todo ésto, teniendo en cuenta los grandes inconvenientes de unificar y uniformar la cultura.

feliz 2014 desde cierta anarquía y desorganización...

un abrazo :)

Boris Estebitan dijo...

Gran texto, tienes razón, lo que no ha cambiado es la forma de hacer guerra, siempre es el fuerte contra el débil.