Durante muchos siglos, porque hablar de
milenios sería un barbarismo, nos creímos el centro del universo. Una península
de cultura en el extremo más alejado en un mundo primitivo, violento y
amenazador. Subidos en el promontorio de la cultura, mirábamos el resto de las
tierras con ojos cargados de miedo y ávidos de conquista.
En
la cumbre de nuestra ambición, aunque no en lo más álgido de nuestro poder, nos
propusimos una tarea que se nos antojaba minimalista y altruista: compartir
nuestros logros con los pueblos menos privilegiados.
Aunque
más no fuera a fuego y hierro, aunque nos constara dolor y muerte, el mundo
entero compartiría, un día en el lejano futuro, nuestra suerte. Ese fue nuestro
lema.
Dicen,
los que se dicen que saben porque nosotros creemos que ellos saben, que fue
entonces cuando nuestros problemas comenzaron.
Triunfamos
sin dificultades sobre nuestros vecinos, y sobre los vecinos de nuestros
vecinos. Eso no era una guerra o, si lo fue, se parecía más a una excursión de
fin de semana, antes que a cualquier otra cosa.
Al
alejarnos cada vez más de nuestras fronteras autoimpuestas, los problemas, las
complicaciones, crecían proporcionalmente a la distancia. En las nuevas tierras
no nos conocían, jamás habían escuchado hablar de nosotros y, en las culturas
más milenarias que la nuestra que encontramos en medio de las tierras
desconocidas por nuestros cartógrafos, aunque decirlo suene a herejía, nosotros
parecíamos ser los bárbaros cuando sabíamos que ellos lo eran.
Claro
que, estas diferencias sólo sirvieron para aumentar nuestras ansias de llegar
allí donde ningún otro hombre (a ellos, a los otros, no podíamos considerarlos
hombres) había llegado. Daríamos la vuelta al mundo de ser necesario, para
encontrar nuevas tierras, conquistarlas y culturizarlas. Jamás nos detendremos,
eso es obvio, pero a veces es necesario remarcarlo.
Podrán
cambiar nuestros hábitos, nuestras ropas, nuestras lenguas y nuestros gustos
culinarios; la ideología será diferente, la forma de hacer la guerra quizá siga
siendo la misma (el fuerte contra el débil, por supuesto). Habremos cambiado
por completo, pero, aún así, seguiremos siendo los que siempre hemos sido.
Nuestro
promontorio de cultura y sabiduría no ha empequeñecido en lo más mínimo, sino
que hemos ayudado al mundo a elevarse por sobre nuestras propias cabezas.
Quizá, por eso, hoy, parezcamos menos que lo que fuimos. Pero no es así. Nunca
lo fue. Nunca lo será.
La imagen es, por supuesto, obra de León Ferrari "La Civilización Occidental y Cristiana"
6 comentarios:
Hagan la prueba de escribir 'occidente' en el buscador de imágenes de la red, verán cosas muy divertidas entre los resultados...
De más está decir que por 'divertido' deben entender una ironía de las más grandes.
Saludos
J.
(a ellos, a los otros, no podíamos considerarlos hombres)
¡Nada más que agregar!
A manera de anécdota: estando jovencita, al leer artículos sobre la sociedad occidental, me daba por aludida (como no vengo del Oriente). Sólo algunos años más tarde caí en cuenta: "occidental" es un bello, engañoso eufemismo que en realidad sólo incluye a los países desarrollados donde predomina la raza blanca. El resto, bueno, eso, son el resto.
Me ha encantado la imagen!
Abrazos.
Voy a hacer la prueba, veamos.
¡El Cristo,crucificado!.. clavado en un avión cargado de proyectiles mortales ,es un cuadro que fue muy criticado.Recuerdo algún piquete en la puerta del lugar donde se exponía.Creo que no entendieron el mensaje.A mi parecer, muestra la santidad de Jesús, mártir del hombre, haciendo lo contrario de sus enseñanzas...y los que se rasgan las vestiduras,sienten que están defendiendo a la iglesia, sin haber leído un poco de historia. Martha
Encontré esta página:
http://realpolitik.com.ar/nota.asp?id=1180
En parte me agrada la idea de esta globalización, porque descentraliza la idea de que nuestra forma de pensar es la más adecuada para salvar al mundo de los demás... todo ésto, teniendo en cuenta los grandes inconvenientes de unificar y uniformar la cultura.
feliz 2014 desde cierta anarquía y desorganización...
un abrazo :)
Gran texto, tienes razón, lo que no ha cambiado es la forma de hacer guerra, siempre es el fuerte contra el débil.
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