martes, 1 de octubre de 2013

Edith

Con los ojos llenos de lágrimas, y los labios cubiertos de sal, te encontré.
Mi curiosidad aplaqué ese día, para no abrumarte con más dudas y preguntas inoportunas.
Aún persisten mis ideas preconcebidas, pugnando por imponerse sobre tu sonrisa.
Será que descreo de cada uno de tus gestos, de que no consigo confiar en nadie.
Ni siquiera en mí mismo.
Será lo que sea. Pero no podía alejarme de tus ojos.
Como tampoco podía separarme de tus labios que ansiaban un refugio sobre el cual posarse.

4 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Me parece que es hora de olvidarse de las ideas preconcebidas.

Sole dijo...

La hermosa sensación de la necesidad imperiosa y el encuentro inexorable. Te mando un abrazo grande de esos que se dan los que no se ven hace mucho.
Un placer como siempre.

Misterio Azul dijo...

Amar por encima de todo...

Me gusta mucho.

Un beso.

Alejo Z. dijo...

La duda y el silencio atragantado. La duda, vaya germen que crece rápido en el sentimentalismo.
Un abrazo José.