sábado, 28 de septiembre de 2013

Y el engaño siempre presente


—La juventud —nos decía cada mañana—, es un estado del alma. Nada más.
—Paparruchadas —respondíamos nosotros—. Eso no puede ser.
—Puedo demostrárselos —nos dijo un día, luego de meses pasados en el encierro de la eremita de los libros que él solía llamar biblioteca—. Finalmente puedo demostrarles eso de que la juventud no es una cuestión de edad.
—¿Cómo lo harás? —quisimos saber.
—Primero deberán ponerse en mis manos, completamente —dijo sonriendo—. Dejando que mis dedos, y mi sabiduría, los recorran de cabo a rabo.
—Aceptamos —dijimos todos los que siempre escuchábamos sus locuras, el grupo completo.
Penetramos en las grutas de las sombras con los ojos vendados, uno por uno, guiados sólo por las palabras del anciano de cuerpo mas no de alma, como él se describía.
Creemos que nos dormimos varias veces, o despertamos, en medio de una duermevela sin final. Escuchábamos un espantoso trajinar a nuestro alrededor, de materiales, herramientas, maquinarias que sólo podíamos imaginar. Aún conservábamos nuestros ojos velados, por lo que nada era lo que reconocíamos de nuestro entorno.
Luego de un tiempo nos percatamos de que nadie respondía a nuestros gritos, lágrimas ni las piadosas oraciones que lanzamos a todo pulmón. Sólo recibíamos ruidos cada vez más fuertes y cercanos.
Despertamos mucho después. En una habitación extraña, vacía, abierta, sucia, como olvidada. De la que nos tomó mucho trabajo salir. Sentíamos nuestros cuerpos entumecidos, las articulaciones duras, los ojos llorosos y el corazón cansado (como dice la canción).
Pocos días después nos percatamos del engaño. El viejo se había quedado con nuestros jóvenes y núbiles cuerpos encerrándonos en la peor de todas las prisiones.
Una prisión cuyas paredes son de carnes flácidas y cartílagos sin fuerza, músculos inservibles y huesos agujereados; una prisión custodiada por un único guardia, de apellido alemán, escondido, al igual que todos nosotros, dentro de un cerebro viejo, cansado y sin ganas de recordar.

7 comentarios:

la MaLquEridA dijo...

¡Ah que feo quedarse en penumbras! Recuerdos idos sin modo de volver. Triste.


Un saludo

Esilleviana dijo...

Quizá hayas visto la película de La ola de Dennis Gansel, basada en el experimento que un profesor de instituto lleva a cabo con sus alumnos de clase: la Tercera Ola.
"A través de su lema: "fuerza mediante la disciplina, fuerza mediante la comunidad, fuerza a través de la acción, fuerza a través del orgullo", haciendo hincapié en ello, de tal forma que cada día los alumnos siguieran una nueva regla". Y todo para evidenciar cómo nace y se instala el fascismo en cualquier sociedad, lo manejables que somos en cuanto a la modificación de la ideología y la forma de pensar...
Tus palabras me recordaron esta forma de actuar.

un abrazo

Humberto Dib dijo...

Lo digo con con toda humildad, desde mi punto de vista, subjetivo, por supuesto: Estás escribiendo textos muy logrados. Este blog debería ser más visitado.
Un fuerte abrazo.
HD

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Sabio pero malvado. Lo ironico es que no mintió, la juventud es un estado del alma. Y el estado actual de su alma es usurpar un cuerpo joven.

mariarosa dijo...

Buenísimo cuento. Una historia de las que ponen los pelos de punta. Un personaje malísimo y algunos jóvenes inocentes,el resultado; me encantó.

mariarosa

serafin p g dijo...

que buen relato José, contundente y en su medida justa!
salute de vecino

BEATRIZ dijo...

Si fuese posible robar cuerpos y habitarlos cuando los nuestros ya no nos sean satisfactorios...yo robaría el de una modelo de largas piernas,jeje.

Me ha gustado ese giro al final del relato.

Saludos.