Desde siempre, desde que tengo memoria, he
anhelado el mismo sueño, el que, ahora lo sé, nunca podré alcanzar. Pero, por
supuesto, hasta el momento en que logré ese saber (mi imposibilidad de hacer
posible mi sueño), intenté cuanto estaba a mi alcance para que se volviera
realidad.
A muy temprana edad supe que quería
ser una adolescente pornostar. Sí. Así como lo leen: una adolescente pornostar.
Entiendan que, en mi infancia aún no estaban de moda los programas de televisión
de seres socialmente disfuncionales, por lo que me parecía que mi sueño era, cuando
menos, plausible.
Además, aún nadie lo había
intentado.
Porque lo mío no era solo hacer un
par de videos domésticos y algunas cuantas fotografías posando provocativamente
con mucha o poca ropa. Al contrario, quería ser la actriz número uno del
espectáculo (y si me era posible ser también la número dos y ser mi propia
competencia, mejor aún).
Familiares, amigos, psiquiatras, amantes
y religiosos de las cuatro regiones intentaron convencerme de mi locura. Pero,
cuando me veía al espejo, era hermosa, con o sin maquillaje, con o sin diálogo,
con o sin nada para mostrar. Era mi propia diosa.
Construiría un imperio en torno a mí
cuerpo; con un reguero de hombres y mujeres seducidas y abandonadas,
conquistados sólo porque sí, amados por un instante. Desechados de por vida.
Eso me volvería más famosa aún.
Y debía, por cierto, lograr todo
esto antes de cumplir los veintidós años, como mucho, porque a los veintitrés una
ya está lo bastante vieja y usada como para verse obligada al retiro forzado de
ésta industria. Por eso mismo, mi iniciación debía de ser muy temprana. Para
forjar mi fortuna antes de que mi cuerpo comenzara a decaer.
Con mis ahorros compré una cámara
web para transmitir en vivo y en directo, dos cámaras de 18 megapíxeles para
fotos en súper-HD, una filmadora de alta calidad y, por supuesto, muchas plumas
(de diferentes colores y tamaños).
Pagué al servidor de internet donde
se alojaría mi página personal dos años por adelantado, y comencé mi carrera al
estrellato del porno.
Sólo entonces, y ante la insistencia
de quienes visitaban la página, me percaté de que mi sueño de ser a primera
adolescente pornostar de la historia del arte no iba a volverse realidad nunca.
No porque hubiera otras chicas
intentándolo al mismo tiempo; tampoco se debía a que mi cuerpo mal disimulara
mis cuarenta y tres años de excesos, sino por otro detalle que preferí ignorar
hasta ese momento en que ningún antidepresivo logra su cometido.
Porque, después de todo, y a pesar
de todos mis esfuerzos, no tengo la culpa de haber nacido hombre.
1 comentario:
Me hiciste recordar con el texto un episodio de la serie South Park donde hacen una de sus "normales" y "acostumbradas" parodias a la cuestionable celebridad Paris Hilton (el episodio la chica rica pues vendia ropa para las chiquillas y un kit de como imitarla para hacer un video porno y demas tonterias; y quizas suene mojigato pero si bien hay que quitarle lo tabu al tema del sexo, hay que dejarle cierto misterio al asunto. Pero bueno, en la tierra de Bolivar eso esta superado, sino ve y pregunta por las estadisticas de los embarazos precoces y compara esos numeros con la realidad
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