La locomotora pasó sola. No empujaba nada
detrás de sí, ni siquiera su sombra en ese mediodía vacío y silencioso. El humo
teñía el cielo perdiéndose en la altura, señalando el largo camino recorrido
por ese animal de hierro y carbón.
Pasó por las vías a unos pocos
metros de mi cuerpo. El entrechocar de los hierros apenas interrumpía el
silencio que me rodeaba.
No sé si en ella viajaba alguien. He
de suponer que sí. Alguien alimentará la
caldera de la bestia, pensé. Pero a nadie vi mientras me balanceaba por el
viento junto con las ramas del árbol que era mi escondite; colgaba allí, en lo
más alto, con una gruesa soga envolviendo mi cuello.
No, no saludaba su paso. Eso lo
hacía cuando niño, pero eso yo, ya no lo soy.
7 comentarios:
Espectacular.
¿nO DIGA? uno no deja de ser niño, solo lo doma, lo apacigua, lo encarcela, lo castiga, lo oculta o elige AMARLO y QUEDARSE con él de la mano, para siempre. http://enfugayremolino.blogspot.com.ar/
sabio el ahorcado por ponerle fin al dolor, aunque veo que sigue con su nostalgia pos mortem....y sabia la locomotora que atraviesa el tiempo y no deja de ser útil, arrastrando vagones imaginarios.
Asi que te ves melancólico y aburrido?...a mi no me asustas....
Un fantasma viendo pasar una locomotora. ¿Espectral o nostalgico?
Una idea muy efectista, me gusta.
Reminiscencia como recuerdo de una cosa casi olvidada. Él un cadáver y su espíritu observa como el mundo se cae pedazo a pedazo...
Un abrazo
Sorprende comprender, como se ve pasar la vida, desde el árbol de los ahorcados.
un abrazo
fus
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