Hoy el cielo se veía raro, no como encantado,
sino como vacío. No había nubes en él.
Encaramado en lo más alto del
observatorio, miré en las direcciones posibles (pues sabes que nos está
prohibido mirar hacia el norte), sin encontrar una sola nube, ni el más diminuto
jirón blanco en medio de un azul tan inmenso. Ni siquiera esforzándome por ver
más allá de donde llegaban a posarse mis ojos, pude encontrar lo que ansiaba.
Ni una sola nube.
No llovería durante el día y, quizá,
tampoco lo haría mañana, ni el día después de ese. El viento tórrido del verano
continuaría soplando y el desierto extendería su manto de habitual abatimiento sobre
la aldea.
Las nubes ausentes no me
preocupaban, así como tampoco la muerte que auguraban con su ausencia. Mi
preocupación, mi sentimiento, se encontraba en otro lado, en saber que hoy se
cumplía otro ciclo más desde tu partida sin despedidas.
Imposible olvidarlo, el verano me lo
impide; tu recuerdo siempre presente, como una cicatriz que daña la piel y se
hunde hasta el hueso, tampoco.
El cielo estaba raro, es cierto,
carente de nubes. Pero la mayor extrañeza de todas, la peor desolación era que,
por más que mirara en las direcciones posibles, no veía, en ninguna parte, tu
sonrisa.
7 comentarios:
"Mirón" me pareció un título demasiado fuerte...
Saludos!
J.
Echar de menos a alguien, un pellizco imposible de evitar.
Un abrazo :)
No la viste porque era la única nube escondida detrás de las ramas de ese árbol
Placer encontrarte.
Volveré.
:')
Cuando se anehla lo vivido y el cuerpo con quien todo eso se vivió...
Bello.
¡Un abrazo!
F:
http://mistavilteka.blogspot.com/
Mirar es recordar, sin duda.
Salud.
Tal vez esa sonrisa estaba al norte.
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