jueves, 13 de junio de 2013

Sobre la creación del hombre y otros errores semejantes


El poder y la sabiduría de los dioses son ilimitados. Han creado cuanto se encuentra a nuestro alcance. Cuanto podemos ver y tocar es su obra. Imposible dudar de sus intenciones a la hora de decidir que cada elemento fuera de la forma irrevocable con la que fue pensado y creado.
La luna que señala la noche, el sol que quema la tierra, las aguas y las plantas, el alimento y la muerte, los animales y los insectos, los venenos y los dulces. Cada cosa es su obra.
Una creación magnífica, perfecta en todos sus sentidos. Con la capacidad de reproducirse a sí misma, como un círculo eterno, perfecto, invariable. Como ha de ser cualquier verdadera creación divina.
Mas, en su infinita bondad e inteligencia, llevados por el orgullo o la necesidad de saberse mejores que su propia obra; los dioses crearon al hombre. Un ser más en medio de tanta creación, el único capaz de destruir en la misma medida en que era capaz de ayudar al mantenimiento del ciclo.
Pero la creación comenzó a degradarse poco a poco en la medida en que el hombre multiplicaba su progenie y se veía en la necesidad de alimentar más bocas, construir más refugios, masacrar más animales, incendiar más bosques y adorar más a los dioses sabios y bondadosos. Los mismos que podían convertirse en vengativos guerreros ante la menor falta.
Ellos, los dioses, imperturbables en su perfección, sabían muy bien lo que hacían. Para destruir la más bella creación sólo tuvieron que darle al hombre una única e ilimitada cualidad, que ellos sabrían potenciar al máximo. La estupidez, como don de los dioses, en inherente a todos y cada uno de los hombres, desde su primer día en la tierra.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso lo explica todo.
O casi.

Anónimo dijo...

Y no veas lo que se ha degradado desde entonces. Quien iba a decir que una Eva se convertiria en una Ivonette cualquiera, mi vecina de boca sucia.

un abrazo,
Romek

Geraldine, dijo...

osea que no podemos escapar de ella?....

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Parece que no es un error, como anuncia el titulo, sino una astucia implacable.