El automóvil se encajó en el barro, no avanzaba,
ni para atrás ni para adelante. Forzó, varias veces, el motor buscando la
fuerza mecánica necesaria para salir de allí, logrando únicamente que las
ruedas se hundieran más y más.
Se inclinaba peligrosamente hacia un
costado cuando dejó de intentarlo.
Detuvo el motor y miró cuanto le
rodeaba que, en verdad, no era mucho. Casi nada. Un descampado sin final,
árido, seco, olvidado a la buena del sol con un único lugar inundado, colmatado
de barro y agua estancada.
En ese único punto húmedo cayó como
un tonto. Y ahora nada podía hacer. El sol huía del cielo anunciando la
obviedad de la noche cercana.
Encendió la radio para descubrir que
en medio de tan horrendo páramo, sólo captaba estática. Maldijo entre dientes,
apenas, como algo a lo que no estaba acostumbrado.
Sin estímulo alguno en el cual
concentrarse, se durmió, dormitó, creyó despertar y volver a dormirse varias
veces sintiendo movimientos bruscos en el vehículo, aunque sabía que eso era
imposible. En torno a esa frontera casi nula que existe entre el sueño y la
vigilia, pasó gran parte de la extensa tarde-noche.
Despertó, lo que puede decirse
verdaderamente despertar, cuando la humedad en sus pies se dejó sentir a través
del cuero de su calzado.
Aún era de noche. Claridad alguna se
filtraba por las ventanillas, por lo que le era imposible saber qué era esa
cosa húmeda y fétida que le rozaba los tobillos.
El sentimiento de incomodidad le
invadía más y más. Sólo atinó a abrir un poco la ventanilla para que el aire
fresco le aclarara las ideas y, tal vez, entrara un poco de luz en la cabina. Pero,
cuando el vidrio comenzó a bajar, no fue aire, ni luz alguna, lo que penetró en
el interior del vehículo; sino algo un poco más húmedo, viscoso y frío.
Algo como un barro que parecía
querer ocupar hasta el último resquicio posible del interior del vehículo sin
importarle, en lo absoluto, los gritos desesperados de quien se atravesara en
su paso.
5 comentarios:
Qué angustia. Esta noche está interviniendo a mi tío por segunda vez en menos de una semana. Y mientras te leía pensaba en él, en como su cuerpo se ha ido llenando de líquidos, dejando de funcionar o realizar su función el drenaje que le fijaron y cosieron en el estómago. Algo parecido a lo que sufrió el protagonista de este relato, sentir como el lodo llena todos los huecos vacíos.
un abrazo
Es uno de los recursos del genero del terror que el auto se quede en el momento y el lugar más inoportuno.
Qué triste. Al leer fue inevitable no pensar en las últimas inundaciones y en la cantidad de víctimas que se encontraron en sus autos, con el agua al cuello, y tuvieron la suerte de contarlo.
Saludos
Lo más inquietante es desconocer por qué no salió del automovil...
Gracias por lo comentarios!
Esilleviana, no sabía nada sobre tu tío y obviamente mi intensión no era hacerte pasar un mal momento con esta lectura.
Saludos
J.
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