Mi pueblo tiene una tradición que nadie ajeno a
él comprende, sino que buscan con desesperación equiparar con alguna otra cosa
que les resulte familiar. Y todas las comparaciones resultan ser siempre
odiosas, siempre.
Cuando uno de los nuestros ha
cumplido noventa lunas nuevas, se lo induce al sueño, se lo empuja a la
vigilia, y de regreso al sueño, hasta completar un total de cinco sueños y
cinco retornos al mundo de los vivos. Lo que haya visto en esos sueños será el fundamento
del resto de sus días.
Porque, invariablemente, soñamos con
los cinco elementos, una y otra vez, en un orden determinado sin repeticiones que
nos dice qué será de cada uno de nosotros. Nadie es antes de ese momento, nadie
es el mismo luego de que despierta, por fin, a la vida.
El orden es fundamental. El primer
sueño marca el humor. No es lo mismo un ser jovial que vio agua al dormir, que
un taciturno que se encontró con la tierra al comienzo de su ciclo.
El segundo sueño señala las
posibilidades de esa vida. Si arderá, si fluirá, se elevará, se mantendrá o
fructificará.
El tercer sueño nos muestra nuestras
habilidades.
El cuarto sueño nos prepara para las
experiencias que tendremos.
El quinto y último sueño, señala
nuestros miedos más profundos. Y por eso nadie habla de su ciclo elemental más
allá del segundo paso. El resto es secreto, ni siquiera los chamanes del pueblo
deben saberlo. Tus enemigos no deben ni siquiera imaginarlo para ignorar, de
este modo, cómo derrotarte.
El ciclo no puede romperse, aquel
que no despierta de alguno de sus sueños, ya no puede volver; así como aquel
que evita ver con los ojos cerrados, se condena a sí mismo a no poder cerrarlos
nunca más, a una vida sin sueños, ni reales ni fingidos.
Dicen que nuestras tradiciones
remiten a ciertos ritos de los indios de las praderas del norte. Puede ser,
¿por qué no? Pero nadie ha visto a uno de ellos en generaciones, y los
etnólogos no creen que hayan existido jamás.
Su desconocimiento es grande, porque
si supieran mirar se darían cuenta que, a veces, lo que llaman norte, se
encuentra bien al sur; que lo que antaño fue una pradera puede convertirse
fácilmente en un valle frío y oscuro, porque nada permanece inalterable para la
eternidad.
Nosotros, y los nuestros, mientras
tanto, preferimos seguir soñando.
4 comentarios:
Ésta noche comienza el ciclo de mis sueños...
Suerte para tod@s!
J.
En algunos días sabremos acerca del humor y las posibilidades de su vida, lo cual aunque lo parezca, no es poco.
Los sueños son importante, son un refugio temporal de la realidad, manifiestan las obsesiones y a veces dan ideas, inspiran.
Me conformo con poder comprobar y ver el ritual del primer sueño: tener la posibilidad de establecer qué tipo de humor caracterizaría mi vida.
un abrazo :)
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