Redundancias

Esto ya lo soñé. Sí.

Mi vida es un contante déjà vu. Uno construido de tal forma que a la tercera o cuarta vez que ocurre lo mismo, ya se torna aburrido.

El predicamento al cual me veo sometido es descubrirme haciendo cosas que soñé la noche anterior. Puede parecer difícil de creer, pero no lo es. Más que nada luego de conocer algunos ejemplos simples como estos: Por la noche sueño que bebo una taza de café, a la mañana siguiente me descubro haciéndolo. Pero no sólo sentado en la misma silla, en la misma posición, con la misma taza y el mismo sabor que el café de mí sueño, sino incluso teniendo los mismos pensamientos que durante mi sueño.

Si por la noche sueño con que me encuentro con un gato gris, gordo, de aspecto agresivo; al salir de casa para el trabajo, me cruzo con el gato del vecino en la puerta de mi casa que me mira mostrándome los dientes.

He soñado accidentes que luego descubrí en los periódicos. Premios para terceros desconocidos cuya noticia llega a mis oídos de casualidad durante la vigilia. Soñé el ascenso de cada uno de mis compañeros de trabajo, pero nunca el mío. La obvia traición de una ex-novia.

Todo cuanto sueño se vuelve real. Y es tétrico saber que nada de lo que encuentre en el mundo me sorprenderá porque, sea lo que sea, ya forma parte de mi memoria desde la noche anterior.

Me he convertido en un hombre sin sorpresa, carente de alegría que sabe que, una de estas noches, soñará su propia muerte y deberá esperarla, al día siguiente sin ansiedad alguna, pero con total dignidad.