Entré a su tienda de supercherías y santos de
utilería con más miedo que otra cosa. Sin saber bien qué esperar de todo
aquello, si es que algo debía esperar.
Me recibió con una amplia sonrisa
que supuse maliciosa.
Señalando una silla vacía mientras tomó
una baraja de cartas y acomodó un trozo de pañolenci azul sobre la mesa de
madera vieja, deslustrada y manchada.
—Sólo vine a hablar por teléfono
—dije para romper el silencio.
—¿Cómo? —preguntó bizqueando con uno
de sus ojos.
—Sólo quiero hacer una pregunta.
Me obligó a cortar la baraja en tres
partes, elegir una de ellas, barajarla con mis propias manos, cortar una vez
más y colocar la primera carta debajo de la pila. Sólo entonces volvió a
tomarlas ella.
—Haz la pregunta mientras doy vuelta
las primeras seis cartas cargadas con tú energía —dijo.
—¿Hay vida después de la muerte?
—pregunté.
La tercera carta quedó en el aire.
No flotaba, ella la sostenía y me miraba sin saber si debía reír o no, si ya
iba en serio o sólo quería molestarla.
—Es en serio, esa es mi pregunta
—dije—. ¿Hay vida después de la muerte?
Comenzó a juntar las cartas y a
guardar los caracoles junto con las fichas de dominó que dejara a un lado de la
mesa antes de sentarse. Las fichas de póker, en cambio, no las tocó.
—¿Qué hace? —pregunté.
—No necesito nada de esto para
responderte —dijo poniéndose de pie para guardar las cartas en una caja de
madera sobre una repisa, junto a una gema gris y una vela de colores apagada.
—¿Entonces? —hablé una vez más—. ¿Hay
vi…?
—¡SI! —exclamó levantando una mano
para hacerme callar—. Hay vida después de la muerte —dijo—. ¡No jodamos con ese
tema! Hay mucha vida después de la muerte.
—¿De verdad? —pregunté sintiéndome
otra vez un nene de ocho años descubriendo alguna cosa maravillosa.
—Si, porque quien perece es el
individuo —dijo la bruja—, no la vida. Todo fluye, todo continúa —dijo en tono
burlón antes de esfumarse detrás de un cortinado que no había visto antes.
Me quedé sentado en el mismo sitio
sin moverme. Su respuesta no tenía relación con mi pregunta, fue sólo lo que
quiso decirme.
A las pocas horas, el anochecer
oscureció el salón. No sabía dónde podía estar la llave de las luces, por lo
que debí de moverme en la oscuridad. Ayudándome con las manos, como un torpe
ciego, logré salir de la santería cargando, junto con las mismas dudas de
siempre, la caja de madera de las cartas de la falsa bruja.
7 comentarios:
A veces no se pueden tener certezas.
Uno con esto de la vida después de la muerte podría siempre cuestionarse si en principio son las preguntas ya mal formuladas. Establecer una distinción de tal tipo no es tarea fácil.
¡Un abrazo!
F:
http://mistavilteka.blogspot.com
pienso que en definitiva tu pregunta amerita todas las respuestas, pues nadie sabe sobre el tema mas de lo que su miedo o esperanza le permita imaginar...
abrazo
Debo añadir que estas navidades he visitado a un quiromasajista por el tema de mi rodilla... los casi 40 no perdonan y te confieso que me ha sorprendido o convencido su labia, elocuencia y desparpajo y su poder curativo, como decía él. ¿solo somos algo físico, fugaz y perecedero? nada más? jaja es difícil acostumbrarse a esa idea.
un abrazo
ps: no encuentro el libro, te aseguro que he buscado en dos librerías.
Es que para preguntarles a las brujas siempre hay que ser demasiado específico... Y me parece bárbaro que se haya robado las cartas. Hizo justicia.
El conocimiento es dolor. Quizás mejor así.
Gracias por el comentario, espero verte de nuevo... Un saludo.
Gracias gente por sus comentarios e interpretaciones.
Seguimos leyéndonos.
Saludos
J.
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