Los días transcurrían en silencio, me percaté
de ello por casualidad. Y no, antes de que lo piensen, no soy sordo. Mis oídos
están muy bien según todos los análisis médicos.
El
silencio provenía de otra parte, no era externo, no era ajeno, al contrario,
bien al contrario. El silencio era parte de mí mismo.
Si
bien siempre fui ahorrativo con mis palabras, los últimos meses pude notar que
el silencio crecía en torno a mí persona. Como una burbuja de jabón crece y
crece antes de estallar.
La
naturaleza y sus sonidos pausados, leves, sus susurros y gorjeos persistían en
las mañanas, y a lo largo del día. El silencio no era, como llegué a creer en
un momento, ausencia de sonido. Aquel era un silencio diferente, raro, como
encantado, que recordaba más al frío y la soledad que a cualquier otra cosa.
Tal
vez fuera porque las casas vecinas a mi refugio se erguían tan anónimas y
apagadas como mi interior. Salvo el encendido ocasional de algún motor, el
entrechocar de platos y cubiertos, que delataban la presencia de otros cuerpos,
de otros seres, en las cercanías, era imposible percatarse de nada, ni de tan
siquiera los latidos de mi propio corazón.
Si
recuerdo esa palabra, latido, en algún momento.
O el
significado de epidemia, de silencio y soledad.
Pero
no importa, los días continúan sucediéndose, uno tras otro, mientras las
palabras se desvanecen y en el aire sólo queda su recuerdo junto con el
murmullo de los insectos y ese saberse cada vez más único, solitario y perfecto
en medio de tanta cotidianeidad.
No soy
sordo, mis oídos están bien, tampoco estoy ahorrando palabras.
Yo fui
quien llegó al silencio, y no el silencio a mí.
Y es
perfecto.
Si.
Soy
perfecto.
6 comentarios:
mas de una vez utilizamos el famoso cono del silencio...beso!
una idea de la perfección que la sitúa a un paso de la nada.
salute José!
¿Dejó de escuchar su propio corazón?
abandonó el entusiasmo y la pasión...
Un abrazo
Es fantástico. Casi que yo también quedé sumida en el más absoluto silencio.
Hay muchas veces que necesitamos ese silencio interior, que lo buscamos o aparece de forma súbita sin pedirnos permiso. Suele ser muy acogedor, como el interior de una concha.
Un abrazo y un café.
Cada loco con su tema, solían decirme cuando eran un niño.
Yo cambié un poco la frase por algo que dijera así: Cada idealista con su idea.
Saludos
J.
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